Análisis

Pilar Cernuda

Sánchez se ocupa ahora de Ferraz

El objetivo más inmediato del líder es la unidad del partido en torno a su figura, que necesita más que nunca porque las próximas elecciones generales se celebrarán dentro de dos años si no antes y los sondeos no son todo lo positivos que desearía

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el viernes en la apertura del Congreso Federal del PSOE en Valencia.

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el viernes en la apertura del Congreso Federal del PSOE en Valencia. / Rober Solsona (EP)

A los tres años y medio de presidir el Gobierno a espaldas de Ferraz, Pedro Sánchez ha decidido que era el momento de ocuparse del partido.

Después de una remodelación del Gobierno en el que han saltado tres figuras clave de la acción de gobierno, Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo, Pedro Sánchez ha dedicado las últimas semanas a encajar piezas en Ferraz para articular una ejecutiva más reducida y más eficiente bajo la batuta de Adriana Lastra, que antes del verano abandonó la portavocía del grupo parlamentario del Congreso para dedicarse plenamente a su otro cargo, vicesecretaria general del PSOE, donde contará con Santos Cerdán como secretario de Organización, cargo que ocupa desde hace cuatro meses. Con dos nombramientos más significativos, Juan Espadas, alcalde de Sevilla y candidato a la presidencia del PSOE andaluz, como nuevo presidente del Consejo Político, y el extremo Guillermo Fernández Vara al frente de la política territorial. En contra de lo que se había pronosticado, Cristina Narbona continuará en la presidencia del partido.

La prueba de que, hasta ahora, Sánchez había dado prioridad a la acción de gobierno e incluso se había alejado sensiblemente del día a día del partido -actitud que recibió críticas generalizadas de los socialista de más experiencia, que señalaban abiertamente el peligro de esa actitud- es que impuso a Iván Redondo en las reuniones del partido que decidían asuntos relevantes de futuro, por ejemplo cuando se preparaban las campañas de elecciones, tanto la generales como las autonómicas. Reuniones en las que los miembros del Psoe se quejaban de que no les daban más papel que escuchar las consignas que les transmitía el poderoso ex jefe de Gabinete, que no admitía discusión sobre lo que planteaba. Iván Redondo abandonó Moncloa el pasado mes de julio –nunca se sabrá si por decisión propia o porque Sánchez prefirió prescindir de él- y el comentario unánime de los socialistas era que, al fin, Ferraz podría tener voz propia.

Escenificación de la unidad

Todo indica que efectivamente va a ser así, porque desde hace semanas Ferraz se mueve y los organizadores del 40 Congreso Federal han encontrado respuesta positiva a sus propuestas, respaldadas todas ellas por el propio Pedro Sánchez, que la intervenido personalmente para conseguir e que salieran adelante. Por ejemplo, para la asistencia de los ex secretarios generales al acto que se celebró el sábado, que contó con la presencia de Felipe González, Joaquín Almunia y José Luis Rodríguez Zapatero, además de un homenaje a Alfredo Pérez Rubalcaba, fallecido hace menos de dos años. En el anterior Congreso Federal Felipe González envió un breve vídeo de compromiso en el que expresaba su apoyo al partido sin mencionar a Sánchez, además de que públicamente, en declaraciones y artículos, ha reiterado su posición contraria a las políticas que imponía Sánchez desde el Gobierno; Rubalcaba fue una constante voz crítica de Sánchez desde que firmó, en contra de lo prometido, el pacto de gobierno con Podemos, y su relación con Pedro Sánchez en los últimos años de su vida fue prácticamente inexistente.

Con esa fotografía del sábado se visualizará el objetivo más inmediato que se ha marcado Pedro Sánchez: la unidad del partido en torno a su figura, que necesita más que nunca porque las próximas elecciones generales se celebrarán dentro de dos años si no surgen circunstancias que le aconsejen adelantarlas, y los sondeos no son todo lo positivos que desearía, aunque Félix Tezanos le ha hecho un regalo con el que iniciar el congreso federal: un nuevo sondeo del CIS que indica que el Psoe sigue manteniendo sus posibilidades de gobernar a pesar de que otras encuestas afirman que Pablo Casado conseguiría la mayoría necesaria con el apoyo de Vox.

Lo que sabe cualquier socialista, y por tanto Pedro Sánchez, es que esa unidad que se puso de manifiesto el sábado sobre todo con la presencia de Felipe González, es más al partido que a su secretario general. En el PSOE, como ocurre también en el PP, hay lealtades inamovibles que aparecen cuando más falta hacen, generalmente cuando los partidos parecen debilitados por la falta de entidad de su máximo dirigente o por decisiones no compartidas o que provocan fuerte rechazo. En el caso de Pedro Sánchez, ha sufrido jirones en su biografía por los últimos procesos electorales, excepto el de Cataluña, con el desastre de Madrid, del que ha salido muy tocado; por otra parte la coalición con Podemos y la necesidad de contar con los independentistas catalanes y con Bildu para mantenerse en Moncloa le ha obligado a aprobar propuestas que han provocado malestar entre figuras destacadas de su partido, sobre todo las relacionadas con los independentistas catalanes, con una decisión muy controvertida como los indultos a los condenados por el procés sin que se cumplieran los requisitos a los que obligan los indultos, entre ellos el visto bueno del tribunal sancionador, en este caso el Supremo, y la promesa de los indultados de no volver a delinquir.

Exigencias de Podemos

La aceptación de políticas exigidas por Podemos también han provocado desazón, polémica y contrariedad en las filas socialistas, con críticas más o menos veladas de miembros destacados del partido. La mayoría de ellos de tipo económico social que supondrán un incremento importante del gasto público, lo que obligará a subir impuestos, y que también afectan a las inversiones, tanto españolas como extranjeras, por las exigencias de tipo laboral y por la falta de seguridad jurídica de varias de ellas. Con un apartado que ha levantado ampollas en el sector del partido que más ha luchado por la Igualdad: las leyes que ha impuesto Irene Montero, que ha echado por tierra las más importantes reivindicaciones a favor de la mujer para dar prioridad a la identidad de género.

En el plano de financiación autonómica, un debate permanentemente abierto y permanentemente polémico, llega el Congreso Federal del PSOE con dos frentes muy envenenados: uno, la propuesta de descentralización de los organismos públicos que defiende el valenciano Tximo Puig y que Pedro Sánchez abraza con entusiasmo, lo que no sería tan polémico si no fuera porque coincide con la llamada a rebato de varios dirigentes socialistas, con Pedro Sánchez a la cabeza, para arremeter contra la presidencia madrileña, que ha producido al PSOE una humillación sin paliativos en las últimas elecciones autonómicas, y a la que no perdonan sus cifras económicas y la forma en que luchó contra la pandemia para mantener abierta la hostelería y el comercio durante la pandemia.

El segundo frente también está relacionado con Madrid: los Presupuestos Generales del Estado prácticamente doblan los fondos que se otorgan a Cataluña frente a los de Madrid. No solo el gobierno de Ayuso ha expresado su indignación, sino que ha quedado patente para otros gobiernos autonómicos que Sánchez premia a quienes le apoyan aunque se trate de Gobiernos que se mueven al margen de la Constitución.

Todos estos asuntos empeñarán el triunfalismo propio de todos los congresos de partidos y que, evidentemente, también se verá en Valencia, donde se celebra el del Psoe. Agravados además por los precios energéticos, que están dejando temblando las cuentas de los españoles.

Pretende Pedro Sánchez que este congreso transmita la idea de que el PSOE y el Gobierno moderan su mensaje. Sabe Sánchez, como todos los políticos inteligentes, que para ganar son necesarios los votos centristas. A esa tarea se empeñará Sánchez, ya que su imagen actual es la de un gobernante radicalizado por las exigencias de su pacto de coalición.

Ese va a ser el reto de Sánchez en los próximos meses: ser creíble en ese supuesto viaje hacia el centro y la moderación. Tiene además una preocupación añadida a la de ganar a Pablo Casado en las urnas: ganar también a Yolanda Díaz que, desde la mesa del Consejo de Ministros, gana terreno y, antes que el presidente, ha hecho una apuesta por parecer una dirigente más moderada que sus compañeros de Podemos con los que comparte Gobierno pero no partido.

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