Análisis

Juan Ruesga Navarro

Sevilla y el siglo XXI

Sevilla, una vieja ciudad que parece que se comporta de manera adolescente

El presente siglo comenzó con el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. Y en 2018 llegará a la mayoría de edad. Aunque quizás podríamos decir que se mantiene en esa larga adolescencia tan característica de nuestro tiempo, en la que parece que ya estamos en la edad adulta pero aún no hemos decidido cuál va ser nuestro futuro. Y como indican algunos estudios, lo que caracteriza a la adolescencia en la actualidad es preocuparse sólo por el presente, por lo inmediato: la fiesta de cumpleaños de tal o cual amiga y el examen de matemáticas de la semana que viene. Aunque naturalmente tienen sueños y temores, pero de momento prefieren no pensar demasiado en ello. Este comportamiento recuerda mucho el de Sevilla, una vieja ciudad que sin embargo parece que se comporta de manera adolescente. Muy preocupada por lo cotidiano, por lo más inmediato, con un calendario de aquí a mayo como mucho y después ya viene el verano, vacaciones y más allá, otro año que nos conformamos que sea como el pasado. Sin sobresaltos.

¿Sevilla como ciudad tiene algún sueño o aspiración para el siglo XXI? ¿Y temores? ¿Cuál queremos que sea el futuro de esta ciudad? Una ciudad que por renta per cápita se sitúa en el número 210 entre los más de ocho mil municipios españoles. Y un porcentaje de paro de más del 22%. Y casi tres cuartas partes de nuestra economía depende del sector servicios. ¿Los visitantes serán nuestra salvación o nuestra condenación? ¿De verdad hacemos la pregunta en serio? Cuando acabamos de duplicar el Palacio de Congresos y las casas señoriales de la ciudad se han organizado para ser recintos de visitas y celebraciones. A, b, c. Aniversarios, bodas y congresos. ¿Y queremos que eso cambie porque lo charlemos en la barra de un bar delante de una caña de cerveza? Por cierto, en ese sector vamos bien, mientras el grupo Heineken siga apostando por Sevilla.

Las sociedades tradicionales como Sevilla son previsibles en su desarrollo. Pero, creo que afortunadamente, la sociedad actual está cambiando hacia un sistema más aleatorio, más indeterminado. Para un número creciente de individuos, se hace cada vez más factible la posibilidad de elegir y de hacerlo entre un número cada vez mayor de opciones disponibles. Hace tiempo que dejamos de creer en la unicidad y perfección del universo, en el equilibrio exacto de las cosas. Nos llegan múltiples informaciones, pero incompletas, e imágenes simultáneas desde cualquier lugar del planeta, que han sido seleccionadas en una mesa de edición. El calentamiento global se superpone a los problemas de nuestro barrio, como la recogida de basuras o el transporte urbano y no sirven recetas de otro tiempo. Pero si hablamos de una ciudad, para no complicarnos demasiado, es fácil asegurar que mejorar las infraestructuras será bueno para su desarrollo. Eso al menos es claro y debería ser un objetivo prioritario. Sevilla, llamada en algún momento del siglo pasado "la bella durmiente" por no importarle aparentemente el paso del tiempo, se enfrenta a un despertar en el que puede que ya no sea una princesa.

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