No fue mal la reunión con los barones, se limaron asperezas en el negociado Montoro, con acuerdos sobre financiación autonómica que aparentemente convencieron a todos, y se visualizó que hay unidad en torno a Rajoy, clave cuando hay elecciones en poco más de un año y una crisis independentista que amenaza con eternizarse.

Del almuerzo en Génova salió la gente con mejor ánimo que cuando entró, y con la convicción de que Rajoy no va a estar de brazos cruzados mientras otros, fundamentalmente Ciudadanos, trata de aprovechar el tirón Arrimadas y la aparente inacción del PP para pescar en sus aguas y llevarse a parte de los militantes y votantes.

Mientras cambiaban impresiones y le arrancaban a Montoro la promesa de que no va a haber quita de deuda, acusaba Granados a los que lo "dejaron tirado" en prisión mientras ellos se iban de rositas. Sus dardos los lanzó insidiosamente contra Aguirre y Cifuentes.

En auxilio del PP salió la propia Audiencia Nacional cuando recordó que las acusaciones se deben basar en pruebas y Granados no aportó ninguna, pero es indudable que su declaración de Granados, que sucede a la de Ricardo Costa de días atrás, más la de Bárcenas que ayer daba por buenas las de Costa respecto a los trapicheos financieros del PP valenciano pero niega que los hubiera o fueran avaladas por la sede nacional, son muy malas noticias para un PP que sabe que el argumento más sólido que utiliza C's para intentar quedarse con su huerto es el de considerar al PP profundamente corrupto.

Por eso, aunque la credibilidad de Granados es la que es, cada palabra que sale de su boca es un mazazo contra un PP que no acaba de conseguir que cale la idea de que Rajoy hizo una gran "limpia" cuando se hizo cargo del partido.

La foto de la unidad de los barones en torno a Rajoy es importante para el PP. Pero hace falta algo más que esa imagen de unidad para cobrar fuelle, neutralizar a los adversarios y abordar el futuro inmediato en perfecto estado de revista.