Quizás la noticia más importante de la semana pasada, por lo extraña que resulta y el alcance que tiene, es el resultado de la votación en el Parlamento Europeo contra Viktor Orban, presidente de Hungría, por las políticas populistas en su país, que el Parlamento Europeo ha considerado contrarias a los valores democráticos y derechos de los ciudadanos, tal como se recoge en el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea (UE). Lo llamativo es que ha habido 448 votos contra Orban, 197 a favor, y 48 abstenciones, lo que implica que al menos 145 parlamentarios de centro derecha, han votado contra su aliado húngaro, o se han abstenido. El gran soporte popular, que se manifiesta en Hungría en algo más de la mitad de los votos, no legitima a nadie para controlar la prensa, restringir la libertad académica y judicial, impedir el trabajo de organizaciones no gubernamentales como la de George Soros, o tratar inhumanamente a los inmigrantes y minorías, por muy conflictivos que resulten.

Dos ideas pueden sacarse de aquí. Una, que en la UE se teme el nacionalismo creciente, pues en algunos países bajo el pretexto de defender unos valores esenciales se conculcan otros, se manipula la ley y la constitución, y hay un enfrentamiento continuo a las decisiones comunitarias como forma de hacer política. Son, además, países -Polonia es otro- que reciben cantidades enormes de fondos europeos. La segunda idea es la posición de buena parte de los parlamentarios conservadores, alineándose frente a los populistas, por muy atractivas que sus proclamas puedan resultar para muchos de sus votantes. Las elecciones del próximo mayo serán muy interesantes, y los partidos tienen que definir y presentar bien sus posiciones.

Lo de Hungría no debería ir a más; no se trata de buscar sanciones sino de corregir, pues hay unas normas comunes discutibles y modificables, pero no puede hacer cada uno lo que le venga en gana. Para 2020 hay el proyecto en la UE de una "Agencia Europea de Fronteras y Guarda Costera", con una fuerza armada de 10.000 personas para interceptar entradas ilegales, frenar su circulación dentro de la UE, y acelerar el retorno de las personas que no se consideren dentro de unas normas comunes de asilo. Estos días, con el asunto de las corbetas pensaba que España y la UE las necesitan para misiones contra la inmigración ilegal, el contrabando, y defensa, y que la reacción que se ha dado es un poco vergonzosa -falseando el dato verdadero de los puestos de trabajo internos, auto justificando y hablando de realismo en la venta de las bombas-, cuando tenemos como estado, como UE, capacidad financiera para iniciar la construcción de esos barcos y venderlos, o quedárnoslos. La agencia europea de fronteras no es un proyecto fácil, pero saldrá adelante y necesitará medios, entre ellos barcos. Estamos en una economía internacionalizada donde, desde luego, hay que respetar el comercio y la competencia; pero cuando hay una buena tecnología como la que tenemos, la UE tiene que aprovecharla y mostrar que aquí tiene fuerza propia. Para ello es fundamental que los políticos en Europa piensen en común, que se atengan a verdaderos principios éticos y morales, y algunos no emprendan aventuras por su cuenta.

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