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Análisis

joaquín aurioles

De héroes e influencias políticas

Que las decisiones políticas tienen consecuencias económicas es un hecho que no se discute, pero sí se discute sobre las circunstancias que influyen en las mismas y a quién benefician o perjudican. En las actividades sujetas a regulación pública por concentración excesiva de poder de mercado, como pueden ser los casos de la electricidad, los carburantes o la banca, una ligera variación en el precio implica dejar una importante tajada de rentas en manos de productores o consumidores. Es lógico, por tanto, que estas empresas dediquen cuantiosas sumas de dinero a contratar hábiles negociadores, es decir, a personas con capacidad de influir en las decisiones, o a la formación de grupos de opinión o think tank sobre temas políticamente sensibles. Una argumentación poderosa a favor o en contra de un determinado fenómeno, por ejemplo, el cambio climático, o proyecto concreto, por ejemplo, el hotel-rascacielos en el puerto de Málaga, puede tener una influencia decisiva en la forma en que se reparten las rentas que están en juego.

Un líder es alguien que, a base de convicción y credibilidad, consigue aunar voluntades para trabajar en una dirección concreta. El liderazgo político se fabrica sobre estas bases, pero también sobre los intereses particulares de quienes le otorgan la confianza. En economía el liderazgo puede ser sustituido por los incentivos, es decir, por estímulos al esfuerzo y a las habilidades cuya finalidad es influir sobre el comportamiento de los individuos. En los proyectos políticos, económicos o de cualquier otra naturaleza, los intereses particulares siempre están presentes, lo cual es absolutamente legítimo, aunque cuando se mezclan con las influencias pueden desembocar en terrenos resbaladizos. Las influencias pueden ser el atajo para la promoción profesional, la acreditación académica, la contratación del amiguete o la culminación de un negocio. El problema es que, con los intereses particulares sobre la mesa, cualquier forma de convicción, incluida la compra de voluntades, forma parte del juego de las influencias.

Decía John Le Carré que para ser héroe hay que ser una persona decente. Pero personas decentes hay muchas y muy pocos héroes, así que tiene haber algo más. En Soldados de Salamina, Javier Cercas sostenía que además de honesto hay que ser irracional. De hecho, se puede ser decente toda la vida, pero dejar de serlo cuando se presenta la oportunidad. Este es el momento de la heroicidad que no todo el mundo tiene la oportunidad de demostrar y que lleva a muchos a pasarse toda su vida siendo simplemente una persona decente. El verdadero héroe es el que decide no utilizar la tarjeta black que en algún momento puso en su mano alguna persona influyente. Puede que también haya que ser un poco cobarde, aunque choque con el simbolismo de quien entrega su interés más particular, su vida, para salvar la de otros. Es la imagen idealizada del héroe, según la cual no es necesario haber sido decente toda la vida y que lleva a preguntarse si se puede ser héroe en política. A fin de cuentas, es una actividad que en teoría lleva a anteponer el interés general sobre el particular.

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