Análisis

Roberto Pareja

En honor a la mentira

Las 'verdades' de algunos guardianes del orden en Madrid duelen como sus temibles porras

Seamos francos: somos una panda de embusteros, en mayor o menor grado. Algunos cum laude, pero todos, todos, nacemos sinceros y morimos mentirosos. El engaño es el pan nuestro de cada día y por muy estupendos que nos pongamos con el rollo de que vamos de frente sin dobleces, en el eterno pulso entre la verdad y la patraña no hay color y al más pintado se le arruga de vez en cuando el alma.

Hay mentiras con vocación de verdades. El gran botón de muestra en triste danza lo están poniendo los adalides del soberanismo, que están quedando como unos soberanos farsantes con sus cuentos sobre una macabra apoteosis del infierno entre la llama viva de la independencia. "El Gobierno (central) contemplaba ese escenario de violencia con la entrada de armas en Cataluña, muertos en las calles, sangre, uso de balas y no de pelotas de goma como en el referéndum del 1 de octubre". La estremecedora revelación gratuita de Marta Rovira (ERC), la emergente aspirante a la presidencia de la Generalitat, muestra de lo que es capaz. Incluso de hacer bueno a su antecesor, lo que ya tiene mérito. La CUP no podía defraudar. "Nos advirtieron de que se nos podía acusar de algún atentado con muertos en la calle".

Acusaciones extraordinarias, huérfanas de pruebas tamañas, que se escudan tímidamente en las desafortunadas declaraciones del portavoz del PP Pablo Casado, que dio carnaza a los presuntos calumniadores al recordar el final del ex president Companys, que fue encarcelado y luego fusilado, aunque da la sensación de que el colofón se le escapaba al cachorro de Rajoy, que no iba por ahí.

También circulan en esta vida verdades que parecen mentira. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y a Pablo Iglesias habría que recordarle que lo cortés no quita lo valiente y que ante el triste final que a todos nos aguarda lo mínimo es mostrar respeto a los que se van marchando por mucha inquina que les profesemos. Podemos se equivocó al no sumarse al minuto de silencio en el Congreso en memoria de Rita Barberá y ahora vuelve a hacerlo al dar la espalda a la capilla ardiente de José Manuel Maza, por muy al servicio de Mariano Rajoy que sitúe al difunto fiscal general. Tanto ataque de coherencia es una especie de harakiri que sólo puede dar gusto a los incondicionales acérrimos o a los más radicales.

También parece mentira que algunos presuntos guardianes del orden en Madrid intercambien mensajes con insultos a Manuela Carmena, a los inmigrantes y a ciertos periodistas entre loas al "dios Hitler". Entre unos y otros dan ganas de no pisar ni Madrid ni Barcelona por si las moscas.

Lo peor del mentiroso es que cuando dice la verdad nadie le cree. Así nos (me) va. La inconfesable mentira tiene mala prensa salvo las piadosas, pero en su honor se reseñan verdades detestables, como las de esos pollos sin cabeza y unas temibles porras.

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