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El independentismo siempre llama dos veces

Sánchez o Feijóo tendrán que afrontar de nuevo el desafío catalán, que se reactiva a las puertas de las elecciones con el referéndum como objetivo

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. / Lorena Sopêna (EP)

EL independentismo es el rayo que no cesa. Por eso no conviene perder de vista en qué andan, porque, una vez reactivado, volverá a ser un desafío mayor para España. El independentismo se camufla, se aggiorna, baja o sube los decibelios del discurso, calma o espolea a la calle y a sus chicos malotes, con una mano asume algunas posiciones más o menos institucionales en función de los objetivos que va consiguiendo con la otra mano y a veces rompe en antisistema. Pero es imposible que den marcha atrás porque es su razón de ser y es legítima, otra cosa es que sea posible sin tratar de romper de nuevo las estructuras del Estado saltándose las leyes. Ellos existen para conseguir que Cataluña sea un Estado independiente. Sobre esa premisa hoy legalmente imposible han construido unas estructuras institucionales, académicas, civiles, empresariales, partidistas y sobre todo muchos proyectos de vida. Los intereses supuestamente generales y los inequívocamente particulares se mezclan.

Engrasando máquinas

Pere Aragonès, más civilizado y con más aplomo institucional que el fugado Puigdemont, aunque con los mismos objetivos, quiere tener preparada su propuesta de Ley de claridad este año. Será un texto inspirado en el que aprobó el Parlamento de Canadá tras una resolución de la Corte Suprema estableciendo las condiciones que habría de cumplir la provincia de Quebec para convocar un referéndum de independencia. Como la política catalana es muy creativa, Aragonès ha explicado esta semana cómo elaborará el texto. Por un lado, una comisión de expertos y, por otro, la apertura de tres procesos participativos. Uno en el que estarán los partidos, otro con la inclusión de entidades de todo tipo y un tercero en el que participarán 800 ciudadanos elegidos por sorteo respetando cierta proporcionalidad territorial. ¿Qué hará Aragonès cuando tenga esa propuesta emanada del pueblo? Plantarse en Moncloa, gobierne quien gobierne, con la carpeta debajo del brazo.

El día después del no referéndum

A Moncloa fue en su día Artur Mas a pedir un pacto fiscal a la vasca bajo la amenaza de desatar a la jauría y a Moncloa fue también Ibarretxe cuando quería que el País Vasco fuera un Estado libre y asociado. Hasta ahí, poco que objetar. También irá Aragonès. El problema empezará después, cuando ninguno de los dos posibles Gobiernos, con el PSOE o el PP, atienda la demanda. Los dos grandes partidos españoles han sido claros en ese punto. Por muchos esfuerzos que se hayan hecho en Cataluña, la conflictividad social y política retornará. Veremos si con la fuerza y la trascendencia del envite anterior, pero volverá porque el independentismo no ha desaparecido, sólo hiberna en función de sus intereses estratégicos y trata de ganar tiempo. Por eso es muy arriesgado decir, como sostiene el Gobierno, que el procés ha muerto. Sólo murió una fase, una escalada. Pero la idea, la intención y las ganas permanecen.

Apoyo social en declive

Las consecuencias del referéndum ilegal del 1-O de 2017 fueron tan brutales que el independentismo se ha ido a tierra. Ahora trata de recomponerse política, social y económicamente. Pero las cifras son claras. Cinco años después, el respaldo a la independencia está al nivel más bajo de los últimos años según el propio CEO de la Generalitat: el "no" gana por 11 puntos al "sí" por 16 puntos menos de apoyo que cuando el procés estaba en plena efervescencia. A la Diada del 11 de septiembre de 2022 asistieron unas 150.000 personas frente a los 1,7 millones de manifestantes en 2012. Y en las elecciones de 2021 el bloque secesionista sumó en total 1,3 millones de votos, 400.000 menos que diez años antes. Pero Aragonès encuentra la grieta por la que colar el rearme del procés en el último CIS: el 77% de los encuestados apoya la celebración del referéndum. Incluso el 60% de quienes rechazan la independencia creen que debería celebrarse la consulta.

'Indepes' a la gresca

El problema para Aragonès y ERC es que el independentismo está roto. Por un lado, Junts y los políticos en el exilio manejando los hilos y reventándolo todo. Por otro, la imprevisible CUP, que va a lo suyo: cuanto peor mejor. Todos a coro acusan al presidente catalán de haber entregado "a Madrid" el patrimonio que consideran conquistado durante los años de la gresca, el referéndum ilegal y la declaración de independencia. La ANC y Omnium, las dos plataformas de la sociedad civil que auspiciaron las movilizaciones también andan atacándose entre ellas e internamente dentro de cada organización. Y ERC, contra la ANC, a la que culpa de incentivar la división. Es ya un todo contra todos. Un correcalles. Pero esa división no tiene por qué ser positiva para el resto de España. Al contrario: desatará una carrera alocada por patrimonializar las esencias independentistas, puede dejar el Gobierno catalán en una indigencia institucional aún mayor y laminar cualquier interlocución.

La herencia envenenada

El calentamiento de motores se ha iniciado ya porque el independentismo no es ajeno al calendario electoral y la sensibilidad que desarrollan los contendientes ante los asuntos espinosos. A la vez, necesitan sumar los votos de los suyos para apretar en el Congreso y no se olvide que el independentismo catalán disputa hoy un juego de legitimidades a ver quien ocupa la posición de mero capo de la causa.

Sin embargo, el resultado de las elecciones legislativas de diciembre alumbrará paisajes distintos dependiendo de si gobierna un bloque de izquierdas o de derechas.

Si Pedro Sánchez continúa en el poder se va a encontrar esperándolo a un ERC singularmente distinto. A los de Aragonès ya no les va a servir el discurso de apoyar al PSOE para frenar a la derecha. Especialmente porque ya han conseguido parte de sus objetivos durante este mandato, singularmente la reforma del Código Penal para beneficiar a sus condenados por el procés, esa losa que va en el debe del PSOE. ERC venderá caros sus escaños (13 tiene hoy). La negociación ya no irá de leyes sociales sino del referéndum, un imposible para Sánchez. Por contaminación, el PSOE difícilmente tendrá los escaños de Bildu (hasta 5) y así la mayoría parlamentaria habrá pasado a la historia. De este Gobierno se puede decir algo que no hizo el anterior: ha tenido la voluntad de hacer política en Cataluña, de afrontar el problema en vez de hacer el avestruz con la infantil teoría de que el problema iba a desaparecer. Lo que ha entregado -la reforma del Código Penal ad hoc es sin duda el elemento más crítico y posiblemente con trascendencia electoral para una parte de su electorado- no ha servido para saciar a la otra parte, aunque haya propiciado un tiempo de cierta calma, favorecido también por las propias dificultades del movimiento indepe. Las maniobras con los independentistas se le irán complicando a Sánchez. Difícilmente servirán ya por sí solas las mesas de diálogo y el discurso de cerrar la puerta a la derecha.

Qué heredaría el PP

Si gobierna Feijóo se encontrará un independentismo preventivamente de uñas contra el PP. No le van a dar tregua alguna. Habida cuenta de que no conocemos una sola posición estratégica del PP respecto a este desafío más allá de remitirse al cumplimiento de las leyes, como no puede ser de otra forma, podemos dar por hecho que la tensión escalará. La calle volverá a calentarse y la dialéctica frentista ganará enteros. Decir, como dice Feijóo, que quiere una Cataluña constitucional es enfatizar lo obvio y no aporta nada a la solución política.

Feijóo heredará una mesa de negociación que desmontará, como ya anunciado el PP catalán, que la considera "un invento" inútil. Primera piedra de toque que se leerá y difundirá en Cataluña como una renuncia al diálogo por parte del Estado. No debería olvidar Feijóo que los independentistas viven mejor contra el PP que contra el PSOE y lo utilizarán para rearmarse social y electoralmente. Así que habrá mucha acción-reacción. A su favor tiene el líder del PP que no espera ni un solo voto de los partidos catalanes. En ese sentido no sólo es independiente, a diferencia de Sánchez, sino que su posible socio, Vox, no le permitiría además gesto alguno.

Éste es el horizonte que se vislumbra no tan a lo lejos. Feijóo podrá acusar a Sánchez de haber querido domar al tigre por el siempre eficaz método de dejarse devorar por él. Y Sánchez dirá que sí, pero que fue a un Gobierno del PP al que le montaron un referéndum ilegal, le incendiaron las calles durante años y le declararon la independencia desde el Parlament.

El independentismo siempre llama dos, tres, cuatro y las veces que haga falta. Y ya está en ello.

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