Análisis

Iván Llanza Ortiz

Director de Comuniación de Osborne

Hasta luego Don Enrique

Nos ha dejado una de las personas más generosas y piadosas que he tenido oportunidad de conocer a lo largo de mi vida: Enrique Osborne Isasi. Un extraordinario padre de familia, un hombre cercano, un cariñoso amigo. Un cristiano generoso con los suyos y con los demás. Sin duda alguna, un santo en vida que ahora descansa en el cielo. Su estrecha relación con la Iglesia, sus obras de caridad y su constante preocupación por los más desfavorecidos le harán tener un puesto destacado cerca de Dios donde ahora descansa y nos asiste. Estoy convencido de que su esposa, hijos, hermanos, familiares y amigos, aun con lágrimas en los ojos, recordaremos a Enrique como un extraordinario ser humano, divertido, humilde y comprometido con todo tipo de causas sociales. Nunca permitió injusticias o discriminación alguna sobre cualquier tipo de colectivo y estuvo activo hasta sus últimos días dando respaldo a multitud de acciones solidarias que ahora estarán lamentando su perdida.

Un gran profesional con una larga carrera que le permitió desarrollar sus dotes de comunicador y relaciones públicas en una de las compañías con más solera de Sevilla, La Cruz del Campo, que fue fundada por su familia hace tres generaciones, pero donde él supo dejar su sello personal, una impronta más que reconocida y valorada positivamente por todos. Sus colaboradores, clientes y amigos cosechados a lo largo de su vida en activo le hicieron gozar del reconocimiento del sector y del cariño de la opinión pública.

Hay que destacar también su amor por Sevilla y sus tradiciones. Su compromiso permanente con su ciudad natal le hicieron ser un miembro activo de la comunidad, dejando un legado publicado en los medios en forma de artículos y cartas al director reclamando mejoras o felicitando por los aciertos a los diferentes gobiernos locales. El Puerto de Santa María fue otra de sus pasiones y de la que pudo disfrutar desde su infancia hasta hace muy poco tiempo. Su casa era un punto de encuentro para todos y como buen anfitrión siempre te recibía con su mejor sonrisa y la más interesante de las conversaciones. Era un gran orador, ágil, inquieto y sobre todo ilustrado.

Lamento enormemente su pérdida y espero que seamos capaces de llenar el dolor y el vacío que deja en nuestros corazones con su memoria, sus buenos momentos, recordando divertidas anécdotas y conversaciones junto a la piscina o en el campo. Se fue uno de los grandes, un gran señor, un mecenas y un extraordinario ser humano. Dios lo tenga en su gloria y de fuerzas a su familia para superar con entereza su partida.

Nos vemos pronto, tío Enrique.

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