La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
Tiembla Málaga y lloran Huesca, San Sebastián y Gijón. La cornada de Pontevedra pone en tenguerengue más de una Feria y agosto vuelve a tomar el calificativo de sangriento. El percance de Morante vuelve a dejar la Fiesta en el lugar de autenticidad que lleva en su ADN y que tanto desaprensivo pone en cuarentena. Estamos ante ese espectáculo en que la sangre no es de atrezo y cuando mana del cuerpo de un torero de la dimensión de Morante se magnifica el acontecimiento a la busca de poetas. Llevaba el genio ribereño una temporada monumental tras haber salido de una noche tan oscura como interminable. Había mutado su condición de artista hasta alcanzar la cota de lo inenarrable a base de aunar el arte con el arrojo. Tan contundente el maridaje que estaba combinando la puerta grande con la voltereta hasta encontrarse con la cornada. Fue en Pontevedra, plaza donde una tarde hizo el paseíllo Rafael Alberti, y ahora sufren muchas la ausencia y tiemblan las que temen no disfrutar del genio cigarrero.
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