EL nivel de las aguas de la crisis no cesa de subir y en la construcción la riada ya alcanza los muros del poder. Clar Rehabilitaciones, empresa de referencia en toda España, ha encallado en el proceso concursal. Tenía capacidad para conseguir la adjudicación de obras de rehabilitación en la casa de Blas Infante, en Coria del Río, que depende de la presidencia del Gobierno andaluz, o el antiguo Pabellón de la República Dominicana, en Sevilla, que depende de la Gerencia de Urbanismo, o la principal plaza de Écija, El Salón, adjudicada por la Empresa Pública del Suelo de Andalucía. Clar, en su boletín de junio de 2007, afirmaba que iba a triplicar en cinco años su volumen de negocio. Quince meses después, en suspensión de pagos, empleados al paro y paradas hasta las citadas obras ligadas a la Administración.

Estamos inmersos en un nuevo ciclo y resulta lastimoso que aún se negocie (y no se haya pagado) la llamada deuda histórica del Estado central con Andalucía. Un asunto importante que pertenece a otro siglo, a otra recesión, a otra España. No sólo se ignora la financiación autonómica y la municipal del 2009, aún se dilucida el montante de un agravio que podría aparecer en las secciones de efemérides.

La incertidumbre es tal que un plan de vivienda tan interesante como el planteado en Andalucía por el consejero Juan Espadas se ha topado con la falta de créditos por parte de las entidades financieras incluso a la Empresa Pública del Suelo. Este embrollo, y otros muchos similares, generan una gran sensación de desconfianza en la ciudadanía, que antes veía el dinero con facilidad y ahora parece que se lo ha llevado todo una empresa de reciclaje de papel.

Por favor, gobernantes y financieros. Reúnanse en un cónclave austero y no salgan de él hasta que aclaren cuánto dinero hay y sepamos a qué atenernos. Esta es ahora la prioridad. Y mientras no se determinen las coordenadas básicas de liquidez, endeudamiento, financiación y solvencia, todo es un sinvivir de castillos en el aire.