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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La Muy Agradaora Ciudad de Sevilla

No hace falta beber ninguna copa para sufrir los efectos de la embriaguez de la primavera al modo hispalense ¡Canal denuncia de la Feria ya! Esta luz de Sevilla

Azahar con la Giralda de fondo.

Azahar con la Giralda de fondo. / M. G. (Sevilla)

En Sevilla te vas al carajo y nadie te avisa. Es más, te estás yendo al carajo y te dicen que vas a toda mecha, que tienes muy buena cara aunque luzcas el rostro cetrino y que estás como la Junta en los años del PSOE: ¡Imparable!. Somos agradaores vocacionales a los que nos encanta resucitar al muerto, colocarlo en lo alto del caballo como El Cid y sacarlo a asustar al infiel enemigo. No es que enterremos bien, es que maquillamos a los muertos como nadie. Y Sevilla está poblada de difuntos que recorren Sierpes y Tetuán varias veces al día. Por eso fue un éxito que el pregonero Vega le dedicara a la Canina el sitio que merece. Sevilla es muy de la Canina, muy caninera, pero no nos gusta reconocerlo. Conocemos muchas caninas pero nos callamos porque somos también muy del silencio tacticista, ventajista y cobardón. Castigamos con el silencio y el frío como en ninguna otra ciudad. Recuerdo a un alcalde que penalizaba a sus colaboradores con “emisiones de frío”. El pueblo sevillano, siempre tan cruel al hispalense modo, le pegó una patada que no había pomada para aliviar el cardenal. Toma calorcito... en las posaderas.

Llega la primavera y afloran los agradaores que elogian gratis, maquillan, decoran y dan ese esplendor efímero para que las cosas parezcan lo que no son. Y sabemos que no lo son, pero nos gusta fabricar trampantojos. Somos felices así. Sale la luz y nos alegramos. La luz nos hace más generosos. La mentira también puede ser bella. El problema es que nos acabe confundiendo, que la primavera nos despeñe hasta a la atrofia del sentido de la percepción. En Sevilla no hace falta beber para sufrir los efectos de estar embriagado. Aquí habría que hacer la prueba de la verdad antes que aplicar el alcoholímetro. Los serenos del alcalde Oseluí podrían prestar el servicio: “A ver, señor, buenas noches, párese un momento. ¿Cuántas veces le han dicho a usted hoy que es el mejor en lo suyo? ¿Y cuántas que está usted en su mejor momento y que se tienen que ver en la Feria? Pues sepa que todo es mentira. Ni es el mejor ni nadie le va a llamar para su caseta en Feria, váyase a Mazagón si puede”. Por eso Valdés Leal nos retrató como nadie. Pero en el fondo lo tapamos. In ictu oculi. Qué bonito es elogiar al muerto. Y no digamos a los muertos que aún viven... Qué buenas personas somos. La primavera nos mejora de una forma entrañable. No es que saque lo mejor de nosotros, es que nos hace un óleo preciso y exacto. Pero estamos tan borrachos de elogios que no lo vemos. La Muy Agradaora Sevilla entra en sus mejores días. La verdad es que casi todo es mentira.

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