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José / Ignacio Rufino

Joe 'Apple' Louis vs Max 'DB' Schmeling

Tras el anuncio de la multa impuesta por Estados Unidos, el Deutsche Bank muestra de nuevo una extrema debilidad

UNA rivalidad pugilística de gran simbolismo tuvo lugar en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, entre dos boxeadores que representaban a los países más determinantes del gran conflicto. Joe Louis, el Bombardero de Detroit, y Max Schmeling, el Ulán del Rhin, se enfrentaron en dos combates. Primero ganó el alemán, después lo hizo el estadounidense: ambos por KO, lo cual tiene también su morbo interpretativo, no dirán. En septiembre, la Europa comunitaria, liderada sin disimulo ni discusión por Alemania, ha golpeado a una compañía señera made in USA, Apple, a la que ha impuesto una enorme multa por dejar de pagar impuestos con la complicidad de Irlanda. La respuesta yanqui no se ha hecho esperar, y apenas semanas más tarde, y ha multado -¡con casi idéntica cantidad!- al principal banco alemán, el Deutsche Bank.)

A uno le divierten los traductores en línea para juguetear con idiomas que no conoce, y al ver la noticia de los nuevos problemas de credibilidad de la torre más alta de la banca germana corrí a saber cómo se diría en alemán el adagio sobre la caída de cualquier dios pagano: "Größer Türme sind gefallen". Si cayó la altísima torre estadounidense de Lehman Brothers, dando el pistoletazo de salida de la Gran Recesión de muchos países occidentales, ahora todos los temores se centran en el Deutsche Bank. Llevamos años siendo advertidos recurrentemente de la probable caída del gran banco alemán, que según muchos analistas arroja síntomas de gran debilidad, en buena medida similares a los que emitía el banco judío con sede en Manhattan. En julio toda la prensa especializada se hizo eco de sus problemas de liquidez y solvencia, o sea: ni dinero suficiente en el bolsillo ni visos de poder hacer frente a sus obligaciones a medio plazo. De nuevo en esta semana, el anuncio de una multa supermillonaria que le impone precisamente Estados Unidos por prácticas letales para la estabilidad del sistema bancario y el bolsillo de la gente -o sea, por engañar a los ahorradores, según EEUU- hace saltar todas las alarmas. Porque, ya saben, hay empresas globales que son tan inmensas que su caída arrastraría a la estabilidad económica y social del mundo: Too big to fail, las llaman.

Resulta descorazonador que bancos centralísimos de los países más rutilantes de la economía occidental caigan como altísimas y dañinas torres cuyos cascotes matarán a algunos, emporcando en su polvareda a muchos otros países. Lehman y Deutsche no son las Torres Gemelas, pero se parecen mucho en sus problemas. También en su capacidad de hacer daño tras hacer de pícaros vestidos con trajes de la mejor vicuña.

Hay un intríngulis muy jugoso en esta última entrega de la supuesta caída inminente del poderoso banco centroeuropeo, demorada como la noticia de la muerte de un Cid Campeador ya cadáver y aún amarrado a su caballo, pero en vez de para no dar ánimo a los ajenos -los moros-, para no causar el pánico entre los propios -el resto de bancos mundiales y sus depositantes e inversores-. Se trata de un trajín apetitoso para un guión de una película de finanzas ficción: la llamaríamos Apple por Deutsche: el cambalache. Una guerra de multas: si tocas a mi baby, tocaré yo al tuyo.

Estados Unidos es un país donde la política consiste en buena medida en conseguir que prevalezcan los intereses de sus principales empresas transnacionales, un rasgo propio de cualquier imperio desde que el capitalismo es capitalismo. Alemania, en su gran territorio -incluyámonos-, también impera. Si tú golpeas a Apple Louis, yo golpearé en la misma o mayor medida a tu Schmeling Deutsche Bank. No nos pisemos las mangueras entre bomberos.

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