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Rafael / Padilla

Apropiación indebida

SÍ, de acuerdo, un lapsus lo tiene cualquiera. Aun así, no me negarán que si el error lo comete un aspirante a la Presidencia del Gobierno de España y versa sobre nuestro reciente desarrollo democrático, alguna alarma ha de saltar. Ocurrió el pasado lunes en la entrevista que Ana Blanco le hizo a Pedro Sánchez en TVE: preguntado acerca de las posibles equivocaciones del PSOE, el candidato señaló que quizá una de las principales es la de no presumir de las cosas que su formación ha hecho. Acto seguido, y para ilustrar el argumento, afirmó que probablemente los jóvenes no recuerden que fue "un Partido Socialista en un Gobierno socialista con Felipe González" quien aprobó la ley de divorcio. Hombre, recordar quien no recuerda es él. Lo dicho es absolutamente falso: la mencionada ley, de fecha 7 de julio de 1981, fue adoptada por el último gobierno de UCD. Y bastantes disgustos que le costó. Tal norma, en aquel momento la más avanzada del continente, vino precedida de fuertes tensiones externas e internas. Al César, lo que es del César; y, puesto a escoger un ejemplo que fomente el orgullo de sus colores, Sánchez se apropia de un logro que no les pertenece.

Dejémoslo en despiste, porque si lo enjuiciamos como ignorancia el asunto empeora: si no sabe esto, ¿qué más no sabe el líder socialista? ¿Conoce Sánchez a fondo la historia de la transición española? ¿Cómo solicitar memoria desde tamaña desmemoria? Añadan que en el olvido de don Pedro cabe intuir ese simplismo sectario tan típico de la izquierda patria: todo lo bueno lo hacemos nosotros; el divorcio es bueno, ergo tuvimos que hacerlo nosotros. No le cabe a Sánchez en la cabeza que una medida progresista la adoptara el centro-derecha y, en consecuencia, la coloca inconscientemente en su particular sala de trofeos.

No falta, en fin, un punto de demagogia: ya es triste tener que exhibir hazañas ajenas ante los que no vivieron aquellos días. Obviando la verdad, el falaz aunque útil paradigma lo escogió él. Queda de lujo el inculcarle al electorado más joven que pasó lo que no pasó. Y si cuela, cuela. Comprendo que otras realidades -la permanencia en la OTAN, el ingreso en Europa, la consagración del libre mercado como eje central de la economía- son conquistas poco atrayentes en los furiosos tiempos que corren. Pero, mi admirado Sánchez, si invoca usted grandezas, músicas dulces al hipersensible oído de hoy, cuídese al menos de que sean suyas.

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