¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Endecha por la muerte del árbol de Santa Ana
YA veremos cómo se perfilan los arquetipos andaluces en Allí abajo. Cansados de ser las criadas vocingleras y los graciosos en las series, el buen trabajo de la cantera de actores andaluces vino a demostrar hace años que nuestro/nuestros acento/acentos calan en todo tipo de roles, de comedia y dramáticos. No somos la tierra santísima del humor y la pandereta mellada, como desde fuera nos ven y muchos desde dentro se empeñan en hacer ver. Bastantes de nuestros paisanos saben encarar la existencia y muchos otros saben sacar partido a todas las dificultades, pero por fortuna no (sólo) somos la tierra del arsa y lo que diga usted, señoritooo.
Todos nosotros, como andaluces, sabemos que ese empaque de simpatía que nos uniforman los forasteros no es ni mucho menos exacto. En nuestros contornos, da igual provincia o comarca, hay mucha más extroversión que en los pueblos perdidos de Groenlandia (echen un vistazo a Borgen al respecto), pero también hay arrojada a discreción cataratas de malaje, altanería, autocomplacencia y buenos chorros de cretinismo.
En Casados a primera vista hay una señora que es esencia de los peores defectos meridionales. Una tal Toñi está dejando claro que en esta Andalucía de la gracia y tolerancia hay bastante personal antipático, ingrato, ignorante, clasista y con una falta de empatía que convertiría a Cospedal en humorista de Alfombra Roja. Pobre Laurent, el belga, valón para más señas, botado por la chiclanera y maltratado psicológicamente en su integridad. Un tipo noble y leal, como una ciudad fernandina, no se merece los desaires de una andaluza que no hace honor a su origen. Pero, sí, ha puesto sobre la mesa cómo podemos ser también por aquí.
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