Visto y Oído

Antonio / Sempere

Asistencia

EL Hospital de Parapléjicos de Toledo cumple 40 años. Informe semanal le dedicó uno de sus reportajes. La cálida voz de Pedro Soler ilustró una de esas piezas, preñada de verdad, que merecen tratamiento de usía. Asistimos a los testimonios de una serie de personas a las que un accidente cambió su vida de un día para otro. Unos pacientes que tuvieron que atravesar un duelo terrible, el de la ausencia de extremidades, ya que su cotidianeidad debe ir acostumbrándose a carecer de ellas.

Conozco al reportero Pedro Soler desde que hace no menos de 15 años dedicase uno de sus trabajos a las consecuencias de la soledad. Tanta mella hizo en mí aquella manera de aproximarse al fenómeno. Desde entonces ha acometido muchos otros temas, con mimo y determinación. Invitando a la reflexión, que sus piezas son cualquier cosa menos un trozo de audiovisual tibio y gris.

Es verdad que mi mirada un tanto deformada, no sé si hipercrítica pero sí repleta de curiosidad, ha captado mil matices en cada una de estas propuestas. La otra noche, sin ir más lejos, viendo al joven policía esforzado en moverse de cuello para abajo, me fijé en la camiseta de su hijo, que no tendría más de cinco años, dedicada al Toro de la Vega. Pero lo accesorio no me desvía el discurso principal. En el caso que nos ocupa, tan poderoso.

Cada mañana, cuando me levanto, y así desde hace muchos años, me siento muy dichoso por el solo hecho de caminar, de mover mis brazos y mis dedos, del acto cotidiano de sentarme delante de un teclado y poder mover mis dedos. De valerme por mí mismo. Me aterra verme como a los protagonistas del reportaje. Y dudo de mi capacidad, llegado el caso, para superar este duelo de extremidades.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios