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Juan Manuel Marqués Perales

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Ala vuelta del Mediterráneo, a Susana Díaz le esperan dos tareas: preparar su discurso de investidura y diseñar el Gobierno andaluz, aunque esta labor le resultará más fácil porque ya hay quien en los mentideros políticos saben qué consejeros entran y cuáles salen. Qué listos, deben conocer poco a Susana. Hasta hay candidatos que soportan llagas en los nudillos de tanto aporrear las puertas. Uno de éstos perdió hace unos meses un magnífico nombramiento, y ahora se le ve realizando complicadas aproximaciones al susanismo. Otro sonríe más que nunca, y eso que nunca paró de reír. ¡Ja, ja, ja! A excepción de Susana Díaz y de los tres de IU, los demás tienen su puesto tan asegurado como Luis Planas, el que se atrevió a aspirar a ser candidato en las primarias. El Gobierno será de caras nuevas, aunque esto conlleva un riesgo. Y grave: al año de legislatura y con unos presupuestos -los de 2014- que deben comenzar a elaborarse en la próximas semanas, la Junta no puede caer en la inactividad que genera la entrada de nuevos consejeros. La ceremonia de intercambio de carteras dura sólo unos minutos, pero los aterrizajes se pueden prolongar durante meses. Pero, vamos, Díaz sólo tiene dos asuntos serios que solventar: buscar a alguien en la Consejería de Presidencia y resolver al equipo económico. Su sustitución es una ventaja y un problema a la vez.

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