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LA mayoría de filtraciones secretas de Wikileaks podían ser intuidas por cualquier persona bien informada. En cambio, la personalidad de Julian Assange -el creador de Wikileaks- es uno de los hallazgos más interesantes de estos últimos tiempos. Y es que Assange es un enigma que de alguna manera explica el mundo de la era Google, ese mundo que ha entrado en un paradigma nuevo, igual que la humanidad entró en un nuevo modelo cultural con la invención de la imprenta.

Assange nació en 1971 en el norte de Australia. Del padre no se sabe casi nada. Su madre vivía en caravanas y no quería que sus dos hijos -de padres diferentes- fueran al colegio, para evitar así que se contagiaran de las ideas convencionales de la sociedad burguesa. Cuando Assange tenía seis años, su madre se fue a vivir con un músico que pertenecía a una secta que creía en el lema No ser visto, no ser conocido, no ser oído. El músico empezó a maltratar a la madre de Assange y ésta tuvo que huir con Assange. Entre los once y los dieciséis años, su madre y él vivieron huyendo de un lado a otro.

Assange no tuvo nunca un hogar fijo. Tampoco tuvo compañeros ni amigos. No fue al colegio, así que tuvo que instruirse leyendo todo lo que caía en sus manos en las bibliotecas públicas. Creció en un medio que desdeñaba la intimidad personal. En cierta forma es lógico que terminara especializándose en vulnerar la intimidad ajena, aunque se tratase de la intimidad de los gobiernos. Y también es lógico que acabara encontrando un universo a su medida -y también un hogar- en el no-mundo de internet, esa nebulosa en la que nada es real.

A los 16 años, Assange aprendió a robar la información secreta de los ordenadores. Poco después fue acusado de robar secretos informáticos, aunque consiguió eludir el proceso. Estudió Ciencias Físicas y trabajó como experto en seguridad informática. En algún momento concibió el propósito de desencriptar las leyes secretas que gobiernan el universo. Luego empezó a creer que los gobiernos eran maquinarias corruptas que actuaban formando una conjura universal. Y entonces se propuso desencriptar todos los códigos de seguridad que cayeran en sus manos. Ése fue el origen de Wikileaks.

El funcionamiento interno de Wikileaks es un delirio que combina a partes iguales las pesadillas de Kafka con las de Philip K. Dick. Ni Assange ni los demás expertos que trabajan con él conocen los códigos secretos del sistema. Además, el sistema crea toneladas de información basura que sirven para proteger sus canales de acceso. Y en medio de ese laberinto inmaterial, en algún sitio que nunca conoceremos, está Julian Assange, ese niño raro que creció con un padrastro que creía en el lema No ser visto, no ser conocido, no ser oído.

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