EN este martes de Champions las dos grandes privadas se pusieron de acuerdo para retrasar el inicio de su prime time a horas intempestivas. El capítulo de Hermanos en Telecinco arrancó a las 22.53, tras estirar Gran Hermano, y el de Vive cantando en Antena 3 tuvo su avance a las 22.52, tras alargar El Hormiguero para pasmo de Carlos Sobera. Después de una buena tanda de anuncios el episodio comenzó a las 23.03. A esa hora ya no hablamos de espectadores, sino de supervivientes, y aunque andemos sobrados de canales y streamings, ambas series españolas, pese a que no han logrado la repercusión prevista, tienen un público fiel al que se debería cuidar.

Con cualquier partido se ha instalado el hábito de retrasar el prime hasta el pitido final, pero desde hace dos temporadas incluso se apura la marejada para que emigren los espectadores que huyen de La 1. En el caso de estas series (sobre todo Vive cantando está desinflada) la estrategia es enviarlas al fondo de la noche para que cuanto más fieles aguanten a deshoras, más sube la cuota de audiencia. Esa es la razón por la que los programas de los jueves se alargan hasta las profundidades de la una de la madrugada.

Esta estrategia de jugar con el sueño de la gente es un buen ejemplo de por qué se necesitan cadenas públicas fuertes y con atractivos, que sepan estar por encima de tácticas cicateras de los programadores. E incluso abran nuevos caminos, nuevos hábitos, ante la pantalla, que nos hace falta. Habrá que reconocer aquí el mérito de Canal Sur de comenzar su programación de noche a las diez. Pero es por obligación resignada, porque para lo que echan en la mayoría de esos días...

Esquivar a la competencia porque ofrece un partido decisivo de la selección o una final europea se puede entender. Pero empezar el plato fuerte a las once de la noche por un simple encuentro de fase previa de la Champions es una evidente falta de respeto a la audiencia. Por mucha rentabilidad y libertad que quieran defender estos dos gigantes privados consentidos.