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El Bazar Victoria

DESDE que se supo que la Ley de Arrendamientos Urbanos ponía en peligro el Bazar Victoria se han sucedido las peticiones a la Fundación Cajasol, titular de la propiedad, para que llegue a un acuerdo con la empresa que permita la supervivencia de este casi centenario y hermoso comercio. Desde un Antonio Burgos poseído por el espíritu más genuinamente progresista -que es el conservacionista y culto, no el que erige setas, alza rascacielos y destroza el patrimonio histórico y cotidiano- de Abel Infanzón hasta la Federación Provincial de Comerciantes de Sevilla, muchas voces se han dirigido a Cajasol, el Ayuntamiento y la Junta pidiendo que no desaparezca este hermoso trozo de la historia cotidiana de Sevilla.

Me sumo a ellos como el último de la fila porque en Sevilla parece que aún no se ha entendido la importancia del patrimonio cotidiano. Y mira que los últimos cincuenta años nos han enseñado como una ciudad puede desfigurarse y perder su alma, aunque conserve sus monumentos, si pierde su arquitectura doméstica, sus cafés y tabernas, sus cines y teatros, sus comercios y mercados.

La vida cotidiana y los espacios históricos que la albergan están reconocidas como patrimonio desde hace años. Hace una década el Mercado Común del Sur, que agrupa a las naciones latinoamericanas, convocó las primeras Jornadas sobre Patrimonio Cultural y Vida Cotidiana. Los objetivos que se perseguían son los que deberíamos defender: "Rescatar los valores de la cultura de lo cotidiano, concebida como el espacio social que se halla configurado por la trama de roles y relaciones sociales que integran toda sociedad y por el marco físico y simbólico que le ofrecen a dicho espacio los elementos tangibles e intangibles que definen la identidad de cada cultura; y promover el reconocimiento del valor indudable del patrimonio tangible e intangible, en este caso de la cultura de lo cotidiano, como parte de la expresión identitaria de los pueblos, alentando su investigación y recuperación".

Mucho hemos perdido. A pocos metros del Bazar estaban el Laredo, Los Corales, Oliam, Pascual Lázaro, la Librería Internacional, la Perfumería Inglesa… Aprendamos de lo que hemos perdido. Salvemos lo que nos queda. Aprocom ha dicho que el Bazar Victoria es "un museo etnográfico". Y aún es mucho más, porque está vivo. Que no lo mate Cajasol y lo dejen morir las autoridades. Sería matar otro trozo del alma cotidiana de Sevilla.

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