¡Oh, Fabio!

Luis / Sánchez-Moliní

Besos y palabras

FUE un librero de Jerez, muy serio y entendido en la cosa templaria, quien nos ilustró una tarde sobre las diferencias entre el basium y el osculum, las dos formas de besarse que tenían los romanos. Según el erudito, la segunda modalidad era el casto modo empleado por familiares y amigos para mostrarse afecto, mientas que la primera poseía una connotación erótica y se reservaba para que los amantes pudiesen expresar sus sentimientos, como se dice ahora, con un lenguaje no verbal. ¿A qué categoría pertenece el beso soviético propinado por Iglesias a Domènech? No lo sabemos ni creemos que nos competa, pero la anécdota vuelve a poner de relieve el reiterado intento del líder de Podemos de usar el Congreso como un circo de varias pistas a donde se va para alimentar mamones, insultar gravemente a ex presidentes del Gobierno, besarse y darse palmaditas en las posaderas, levantar el puño como en un mitin del 77 o cuidarse largamente la melena. A esto le llaman en Podemos "llevar el lenguaje de la calle a las Cortes", aunque nosotros -esbirros del Íbex al fin y al cabo- pensamos que es una calculada maniobra para embarullar y desacralizar -y por lo tanto hacer más vulnerable- el espacio central de la democracia parlamentaria.

Pablo Iglesias mostró su cara más banal y adolescente durante el debate de no-investidura de Pedro Sánchez . Su tono de agresividad leninista, sus malos modales, su anacrónica obsesión con un franquismo que ni siquiera conoció o sus adolescentes intentos de escandalizar a unos circunspectos ministros del PP nos mostraron a un político inmaduro, incapaz de hilar un pensamiento o una frase que no se apoyen en la sobreactuación mediática. Más que los cielos, el líder morado parece querer asaltar continuamente la portada del Superpop.

Pero no todo fue duelo y quebranto en la Carrera de San Jerónimo. Como premio de consolación, el debate de investidura nos regaló un discurso en el que Rajoy volvió a lucir como un gran parlamentario (por hoy obviaremos los asuntos menos favorecedores para el non grato de Pontevedra). Nos gusta esa verborrea demodé y pre-Logse, "de espíritu burlón y alma quieta", forjada durante miles de horas de estudio como opositor de provincias, labrada con un idioma culto y desacomplejado que saca de quicio a los que quieren convertir la lengua castellana en un charco sin ranas (por lo limitado y sucio).

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