RECONOCIENDO que la situación económica es como es tras el latrocinio sufrido, al bético de a pie le cuesta digerir que su queridísimo club sea tan maltratado desde fuera y tan desmañadamente defendido desde dentro. La última semana de agosto pasará como una de las más nefastas de todo este tiempo de libertad. El vilipendio ha estado a la orden del día, tanto como víctima del contubernio tramado entre el Atlético de Madrid y el mandarinato vigente como por la incapacidad de defensa ante la actitud de Santa Cruz. Y que conste que justifico tanto al Atleti como al paraguayo, que no han hecho más que defender sus intereses.

En el caso del aplazamiento del partido programado para mañana, la lógica estaba en que no se jugase y bien se ha hecho aplazándolo. Sin embargo, lo irregular ha sido que el Betis no haya estado al tanto de la trama y que haya tenido que enterarse por los periódicos. Es una más de las muchas alegalidades que cometen las más altas instancias de nuestro fútbol, incluida una falta de respeto inadmisible hacia el Real Betis Balompié. Y el Betis ha protestado, pero como sólo protestan los débiles, sin que su voz haya sonado más allá de La Palmera, que ya me hubiese gustado ver cómo otros que son menos que el Betis hubiesen reclamado ante un atropello así.

...y lo de Santa Cruz. Tal como iba pasando el tiempo más me extrañaba la confianza del Betis en el futbolista y aún me extraña más que ese Plan B que se anunciaba fuese humo, sólo humo. El Betis, que está tan mal de recursos, bien debiera gestionarse desde parámetros que no mostrasen tanta indefensión. Eso y no ser tan papanatas como para pensar que existen las fidelidades inquebrantables de profesionales que suelen, lógicamente, mirar por ellos mismos antes que por el prójimo. Han sido dos obuses en la línea de flotación sentimental del bético, de ese bético que se acostaba el viernes aterrorizado ante la posibilidad de que el Plan B fuese Güiza. Semana negra.