CADA vez que embocamos un Valencia-Betis se tira de hemeroteca para recalcar que hace treinta años que el equipo verdiblanco no gana allí. Treinta años es una vida y resulta recurrente recordar que era Luis del Sol el que manejaba la barca bética y Alfredo di Stéfano quien luchaba desesperadamente por la salvación del laureado equipo ché. Una lucha, por cierto, infructuosa y en la que el Betis no estuvo exento de protagonismo.

El Valencia bajó aquella primavera del 86 y se salvó el Cádiz por un empate en Carranza con el Betis. Aquel empate, fraguado desde la hermandad andaluza por las más altas instancias autonómicas, jamás se lo perdonaron al equipo sevillano cada vez que iba a Mestalla. Lo recibían con un odio reconcentrado que hizo que las derrotas se sucediesen. Contribuía también la indudable superioridad levantina sobre un Betis que no logró puntuar en Valencia hasta la llegada de Serra.

Tres empates creo recordar que ha sido la pírrica cosecha en estos treinta años. El último fue el año pasado tras jugar más de medio partido con diez por expulsión de Ceballos. Hoy, bajo un infierno atmosférico, vuelve un Betis renovado a rodeo tan hostil. Y lo hace con el entrenador alejado en la tribuna por un castigo injustamente ejemplarizante y convendría estar atentos a ver cómo situaciones más graves que la de Poyet con Clos son resueltas disciplinariamente.

Espera un Valencia con altas importantísimas y ni un solo punto en su casillero. Llega el Betis en el remolino de un mar de dudas en el que algunas hay que considerar desmesuradas. Y es que no siempre la duda viene acompañada de la razón. El Betis no puede estar pagando todo el año su mala imagen del Camp Nou ni su encefalograma plano del primer tiempo con el Dépor. A ver hoy qué pasa y a ver si ese estigma con treinta años de vida desaparece de una vez, a ver...