La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
EL Estado español cuenta con un nuevo mecanismo de financiación: la emisión de bonos ligados (indexados) a la inflación. Era una opción que la Dirección General del Tesoro venía explorando desde hacía años (en otros países europeos como Francia, Alemania, Reino Unido o Italia ya existen), pero que se ha acelerado en los últimos meses por necesidad y/o por oportunidad. Lo cierto es que la primera emisión de este tipo de bonos realizada en España el pasado 20 de mayo -bono a 10 años, con vencimiento 30/11/2024 y cupón del 1,8%- ha sido todo un éxito, tras conseguir colocar 5.000 millones de euros con una demanda que superó los 20.000.
Ahora bien, ¿sabe qué es exactamente y cómo funciona este instrumento financiero? ¿Puede interesar en un momento como el actual en el que la tasa de inflación es tan baja? Cuando algo nuevo llega al mercado, surgen muchas dudas, así que lo mejor es empezar a construir la casa por los cimientos, desde lo básico.
Un bono del Tesoro, digamos, "normal" retribuye un cupón fijo que se calcula como porcentaje del principal invertido. El inversor que lo adquiere -y lo mantiene hasta vencimiento-, recibe del Estado dicho principal junto con el cupón.
El bono ligado a la inflación funciona de manera algo distinta. Como cualquier otro, paga un cupón -que se determina en el momento de la emisión y permanece fijo a lo largo de la vida del activo-. Pero inicialmente este cupón es menor que el de un bono del Estado "normal". A cambio, el principal (nominal del bono en el momento de su emisión) se va incrementando en función de la evolución de un índice de precios. En este caso, el Índice de Precios al Consumo (IPC) armonizado (ex-tabaco), que publica Eurostat cada mes. Por otro lado, el principal del bono indexado cuenta con un suelo que impide que, en el momento del vencimiento, se sitúe por debajo de la inversión inicial. Es decir, en el peor de los casos, si la inflación fuera negativa durante toda la vida del bono, a vencimiento nunca se devolvería menos que el principal invertido.
El objetivo del bono ligado a la inflación es, precisamente, compensar la pérdida de poder adquisitivo que genera, a lo largo del tiempo, el aumento de los precios. De este modo, evitamos que la rentabilidad de nuestro dinero se erosione en el largo plazo. Un argumento, a priori, interesante.
Pero si la inflación se encuentra en niveles históricamente bajos -el BCE estima un 0,7% para el conjunto de 2014 y en algunos países, como España, se ha llegado a hablar de riesgo de deflación-… ¿Por qué se emiten estos bonos? Desde el punto de vista del Estado, el momento actual es propicio, ya que, con una inflación tan baja (el IPCA de mayo se situó en el 0,2%), el coste de emisión es mucho menor. Por el lado inversor, al contrario de lo que se pueda pensar, los bonos ligados a la inflación hay que adquirirlos cuando no existen expectativas de inflación a corto plazo y, por tanto, no se esperan subidas de tipos. Como indicábamos anteriormente, de lo que nos protege este tipo de bono es de un cambio en la tendencia (al alza) de la inflación que supusiese una depreciación del valor nominal.
La primera emisión de bonos españoles ligados a la inflación se colocó, principalmente, entre inversores institucionales (la mayoría extranjeros) que buscan protección contra una subida de los precios en el futuro. Un inversor particular que quiera hacer lo mismo debe optar por fondos de inversión cuyas carteras tengan (en su mayor parte) bonos indexados a la inflación. En España se comercializan unos 15 fondos (en euros) de esta categoría, además de otros con carteras más globales. En cualquier caso, no son la panacea -recuerde que se mueven por expectativas-, así que de incluirlos en cartera, siempre debe ser como elemento diversificador en el largo plazo.
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