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Canal Sur es el algodón

La RTVA es una empresa sobredimensionada y descapitalizada que ofrece una imagen palurda de Andalucía

El nuevo gobierno regional ha resuelto en cuatro meses la renovación del consejo y la dirección de la radiotelevisión andaluza. Un éxito diplomático y un cambio auténtico; durante los cinco años y cuatro meses de la presidencia de Susana Díaz nunca hubo director general en la RTVA, sino un interino, sorteando la ley. Y el consejo de administración ahora relevado fue elegido tras la mayoría absoluta de Chaves hace 11 años. Pocos laboratorios mejores que Canal Sur para comprobar cómo una administración se acomoda y se deterioran sus terminales. A esta empresa pública fundada y desarrollada por el PSOE, sin herencia ni trasferencia previa, la inercia la ha malogrado a la vista de todos. Su escaparate nos ofrece una imagen de Andalucía folklórica, palurda, antigua.

El PSOE deja en este capítulo una herencia envenenada. Una compañía sobredimensionada, descapitalizada, desmotivada. En privado algunos máximos dirigentes del Partido Socialista reconocían que no les gustaba e incluso que la privatizarían si pudieran. Pero ha sido un buen instrumento de propaganda gubernamental, que buscaba deliberadamente un público de personas mayores, con escasa formación y de zonas rurales. Un voto asequible, mientras las clases medias urbanas abandonaban al PSOE. Ahí está el salto. Tiene sentido que exista una radiotelevisión pública, de calidad, moderna, que eleve la cultura, la formación y las aspiraciones de oyentes y espectadores.

El director general designado, Juan de Dios Mellado, tiene experiencia, buena escuela, y además no es un comisario político. ¡Es de Málaga! Cuando Zarrías era el hombre fuerte de la Junta, el jefe de informativos de Canal Sur era de Jaén, cuando Chiqui Jiménez Barrios quedó encargado de la RTVA, el director de la información vino de Cádiz y ahora que los que mandan en San Telmo son de Málaga, el director general que ponen es de Málaga. Aquí no hay cambio. Es uno de los síntomas de una construcción regional inacabada. Hay otros ejemplos de ese síndrome provinciano. Durante mucho tiempo los consejeros que iban a Sevilla se llevaban el equipo completo de su provincia: viceconsejero, directores generales, hasta jefe de prensa. La consejería se convertía en una embajada de la provincia en la pequeña Sevilla de poder.

El PP tiene aquí una prueba del algodón para demostrar un cambio verdadero, aunque su gestión de la tele pública en bastiones que dominaba como Valencia o Madrid no levante grandes esperanzas. Veremos.

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