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POR mucho que urbanistas, arquitectos y políticos pregonen el mensaje de la Sevilla policéntrica, copiado -como tantas otras cosas- de la Barcelona que plasmó con éxito las "nuevas áreas de centralidad" en su modelo de ciudad olímpica, dos casos recientes nos demuestran cuán lejos estamos mentalmente aún de esos discursos que tan políticamente correctos quedan sobre el papel. Sin prejuzgar sobre la bondad de su proyecto, el primero es el afán del Parlamento de Andalucía de lograr la cesión por parte del Ayuntamiento de la antigua iglesia de San Hermenegildo -que otrora fue sede de la Cámara- para organizar eventos culturales y actos divulgativos de su propia actividad. Con los 50.000 m2 que en números redondos ocupa en el antiguo hospital de las Cinco Llagas, al Parlamento no le falta espacio, sino todo lo contrario, pero en vez de irradiar un efecto dinamizador en el entorno de la Ronda histórica y convertirse en eje de una de esas áreas de nueva centralidad, pugna por tener su propio escaparate en la Gavidia, en la Sevilla "de siempre". Hubo otro precedente parlamentario: el Defensor del Pueblo Andaluz prefirió quedarse en la calle Reyes Católicos antes que instalarse con mayor comodidad y más medios en las Cinco Llagas, al valorar el "factor Centro". El segundo caso ha sido la repetida polémica entre los comerciantes de Aprocom y el Ayuntamiento a cuenta de la instalación del alumbrado navideño. Según Aprocom, no tiene sentido iluminar una plaza de un barrio, disfrutada sólo por sus vecinos, sino que hay que alumbrar los espacios y avenidas importantes, como la Plaza Nueva, el Paseo de Colón y la Pasarela. Al margen del esencial detalle de que, según el Ayuntamiento, Aprocom no contribuye con un solo euro a las luminarias navideñas, si todos los sevillanos sufragan con sus impuestos ese alumbrado especial, ¿por qué los barrios, aunque sea rotativamente, no van a tener derecho a gozar alguna vez de esa iluminación, no a costa del Centro, sino además del Centro? Estas visiones reduccionistas de la ciudad dan aún más valor a los teatros abiertos en el Cerro y en Pino Montano por Salvador Távora y Ricardo Iniesta, dos hombres de la cultura para los que la periferia también es Sevilla.

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