SALVO sorpresa mayúscula de última hora, el Sevilla ha culminado la revolución que anunciara José María del Nido allá por junio con más cambios de los previstos. Y la guinda de esa gran remodelación ha sido Denis Cheryshev, otro atacante que tendrá que hacerse hueco en la hiperpoblada línea de tres cuartos del Sevilla. Una superpoblación que, de momento, ha obligado a Unai Emery a reubicar a Rakitic como medio organizador, como cuando llegó.

Emery es el único que tiene la razón de esta elección, ante la reclamación generalizada de otro central u otro mediocampista, pues él ha sido el que ha relizado la petición expresa y Del Nido ha tenido a bien concederle el deseo ante lo colaborador que se ha mostrado el técnico como convidado de piedra de esta revolución.

El tiempo dará o quitará razones, pero parece que lo que pretende el técnico con Cheryshev es recuperar algo de ese Sevilla que prácticamente basaba su juego en la percusión de los extremos y que ahora, en ese otro gran cambio aparejado a la remodelación, busca abrir al rival por dentro.

La madurez de Reyes, la resurrección de un Perotti que, tras su calvario de lesiones, ha cambiado su explosividad exterior por la conducción interior y, sobre todo, la salida de Jesús Navas han dejado al Sevilla huérfano de ese futbolista capaz de percutir y romper por fuera si no hay vías internas.

Ni Marin, ni Vitolo, ni Rabello, ni siquiera Jairo pese a su punta de velocidad, son futbolistas que destaquen por la ruptura exterior. Y el Sevilla corre el peligro de atascarse en un embudo a poco que le cojan el truco como se lo cogieron cuando sólo jugaba por fuera. Cheryshev está llamado a ser el hombre antiembudo. Emery cree que así completará su nueva idea de juego, sobre ese recuperado rol de Rakitic. Es una idea arriesgada y la posición del suizo-croata despierta muchas dudas. Pero, ¿quién no las tiene cuando afronta una nueva aventura?