La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Icónica, la nueva tradición de Sevilla
Puntadas con hilo
En esta revolución que para todo y todos ha supuesto la pandemia hay cosas que se han perdido en el camino para siempre. Es algo asumido, pero no por ello angustia menos. Una de esas cosas es la forma de trabajar. El teletrabajo ha llegado para quedarse. Es la frase con eco que se escucha desde los primeros pasos de esta crisis del Covid. Aquel primer confinamiento impuso este sistema que todos asumimos con más o menos medios y recursos pensando que tenía fecha de caducidad, que era algo transitorio y extraordinario. En poco tiempo los webinars y las sesiones de zoom y otras mil maneras de llamar a los encuentros virtuales a través de internet empezaron a formar parte de nuestro día a día y el trabajo en remoto, con o sin reuniones por videollamada, perdió de golpe y porrazo su provisionalidad para convertirse en una tendencia de futuro ya ensayada y rentable para las empresas en una época en la que irremediablemente toca ajustar y recortar gastos. Incluso se está gestando ya una nueva ley para regular este modelo que desde siempre ha contado con detractores y también partidarios.
A muchos aún les cuesta confesarlo pero, salvo casos donde es la única solución posible en la pandemia, el hartazgo comienza a ser general. Volver al trabajo presencial se ha convertido en la necesidad vital de recuperar una relación. Ojo, de afecto o de rencor, pero al fin y al cabo una comunicación que favorezca el mantenimiento de ese ecosistema que son los centros y equipo de trabajo y que, aunque no sean perfectos, son clave para formar esos círculos sin los que es complicado que una empresa alcance el éxito. O también al fracaso, pues todo depende cómo se gestionen esos vínculos que refuerzan o debilitan el compromiso.
Hay quienes llevan muy mal esa pérdida del contacto físico y de la posibilidad de interactuar con otros aunque sea para poner a parir al jefe o compañero de turno. Ya hay estudios que hablan del aumento de las consultas al psicólogo de trabajadores desubicados y solos e incluso de patologías asociadas a esta forma de trabajar y del overwork, un síndrome que retrata la situación de quienes trabajan muchas más horas de la cuenta por mor de la mal entendida flexibilidad que da el hacerlo desde casa.
Está claro que urge poner un poco de orden en todo esto. ¿Cómo? Todo está inventado y hasta probado. Y reconforta saber que hay empresas sevillanas, como Media Interactiva, que entienden bien ese concepto y desde Tomares se ha convertido en un grupo líder mundial en tecnología aplicada a la educación que triunfa, además, porque aplica esa innovación a sus recursos humanos. En los últimos meses han recibido varios premios, como el de Empresa Flexible, un galardón nacional que reconoce ese círculo virtuoso que logra esta compañía, convencida de que quienes se sienten escuchados y valorados devuelven su esfuerzo y su trabajo, presencial o en remoto, y ayudan a crecer a la empresa. Pero, sobre todo, trabajan felices, y ésa es la mejor resiliencia.
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