León Lasa

Comer mata (y no hacerlo, también)

El periscopio

01 de noviembre 2015 - 10:03

PASEABA tranquilamente por una plaza céntrica de la ciudad en la que vivo cuando un cartel publicitario enorme, adosado a la marquesina de un quiosco, anunciaba, más o menos, lo que sigue: "Nuestras hamburguesas son imbatibles. Pruébelas en nuestros locales de tal y tal calle. Carne 100% ecológica". Así; sin más. Me pregunté por el significado, más allá del reclamo, que se le quería dar al concepto "ecológico", por los motivos y justificantes que esa cadena de hamburgueserías esgrimirían para utilizarlo (en el anuncio no se especificaba ni una sola razón para ello), por la legalidad incluso de una publicidad que podría ser engañosa, y por la degradación que, de unos años a esta parte, rozando incluso la comicidad, está sufriendo "lo ecológico". En cualquier tienda o mercado vemos anunciados, porque sí, huevos ecológicos, naranjas ecológicas, leche ecológica, panes ecológicos, y, lo último, hamburguesas ecológicas. Todo, la verdad, un verdadero dislate que, en la mayoría de los casos solamente sirve para justificar un precio más alto y un lavado de conciencia. Sí, ya sabemos: existe toda una regulación a base de decretos y ordenes que regulan el cómo, por qué y bajo qué circunstancias se puede etiquetar como ecológico (o artesanal, la otra palabra mantra de nuestros días) un producto. Pero rara vez se cumple.

Esta semana nos han advertido -como si ello no se supiera desde los tiempos bíblicos- que el ingerir carne en exceso, incluso la de mejor calidad, incluso la "ecológica", puede aumentar el riesgo de padecer determinados tipos de cáncer. Y la polémica -ruidosa, exuberante, en cualquier caso pasajera- se ha desatado. Parece fuera de toda duda que una dieta rica en fibra, en vegetales, en frutas y verduras es más saludable que aquella basada sobre todo en derivados cárnicos. Sin embargo, más allá de las consecuencias económicas en las empresas relacionadas con el sector ganadero, para algunos -entre los que me cuento- la verdadera noticia estriba en comprender que, de una manera u otra, deberíamos tender a consumir mucha menos carne en un futuro no tan lejano: su producción, tal y como la conocemos, es insostenible para el planeta. Un ejemplo: para que una vaca produzca un kilo de carne, necesita ingerir de diez a dieciséis kilos de cereales, por no hablar de la cantidad de agua necesaria para completar el proceso de transformación (para un kilo de carne se requieren casi 15.000 litros de agua), o las flatulencias del ganado, responsable de casi el 14% de las emisiones de gases que producen el efecto invernadero. Está fuera de toda duda que -como en otros parámetros de consumo- el planeta carece de recursos para que todos sus habitantes adopten una dieta carnívora al estilo occidental. No sólo no es saludable; sino que va a ser imposible: los chinos también se apuntan a probar el jamón y el chuletón de vaca vieja, sean ecológicos o no. PS: Recuerden a sus difuntos en el día de Todos los Santos; pero por favor no hagan el mamarracho ustedes o sus hijos con el jalowin.

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