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Alberto González Troyano

Compañeros de viaje

COINCIDEN estos días, entre las novedades de los escaparates, dos libros dedicados a glosar el tango argentino y el jazz. Jorge Luis Borges es el autor del primer título El Tango (Lumen), en el que se recogen, por primera vez impresas, cuatro conferencias grabadas, en el barrio Sur de Buenos Aires, en 1965, y que, tras curiosas peripecias, han sido recientemente recuperadas y transcritas. Constituyen un conjunto de páginas entrañables, elaboradas con esmero literario y precisión documental. El otro título, Tangos, jazz-bands y cupletistas (Fórcola), lo forma una antología de artículos de Julio Camba, tan evocadores como cargados de garra expresiva, publicados en la prensa española desde 1905 a 1961. Uno y otro libro dan testimonio, pues, de unos espectáculos por los que los autores se sintieron atraídos hasta el extremo de querer indagar el porqué de su apasionamiento.

Por ello mismo, porque se acercan a estas manifestaciones musicales como "apasionados" y no como investigadores, cabe prestar especial atención a sus bien formuladas intuiciones. Así, tras una atenta lectura de Borges y Camba se aprecian las significativas facetas que comparten el tango y el jazz con el cante flamenco. Esta necesaria comparación, a la que pocas veces se recurre, permite situarlos como si se tratase de viejos compañeros de un mismo viaje.

Mas no conviene creer que se trata de influencias formales (aunque hayan podido darse algunos préstamos puntuales entre sus creadores), sino de una sorprendente "coincidencia" histórica entre fenómenos artísticos distantes en geografía y cultura. Pero en los que se da una evidente simetría en su origen fundacional y creativo (un grupo social marginado que busca una expresión artística para airear sus conflictos íntimos y colectivos), y, también, en cuanto a la existencia de una población local, receptora, que hace suyas (y se apropia) esas manifestaciones, primero, aplaudiéndolas, y, luego, pagándolas. Desde esta perspectiva, avalada por las espléndidas páginas de Borges y Campa, el flamenco no deja de ser un fenómeno peculiar y exclusivo de Andalucía. Pero, al mismo tiempo, adquiere una dimensión histórica compartida con otros grupos sociales, llenos de carencias que, como en el tango y el jazz, encontraron una voz musical para expresarse. Y, además, contaron con una población nativa que acogió sus lamentos y los sintió como una manifestación artística.

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