LAS elecciones al Consejo de Cofradías del próximo mes de junio suponen para las cofradías un momento importante y de gran calado. Los dos cofrades que concurren a este proceso han demostrado capacidad suficiente en sus respectivas etapas como hermanos mayores de cofradías como la Macarena o el Gran Poder, pero el Consejo es algo más que una hermandad. Su función coordinadora de las cofradías le hace mantenerse a veces en un limbo de falta de autoridad ante las mismas. Sin embargo no en pocas ocasiones se le exige a la institución que tome partido sobre determinados temas que afectan a las mismas, cuando son ellas las que en base a unos estatutos vigentes descafeínan el espacio institucional que debe representar en la ciudad este organismo.

Del nuevo Consejo que salga de las urnas debemos esperar un posicionamiento firme sobre muchos temas que interesan a la sociedad. Y debe hacerlo sin medias tintas ni diplomáticas actitudes de querer contentar a todos. Las cofradías deben estar en la vanguardia de la cooperación -bien lo sabe Sainz de la Maza desde Manos Unidas- y de la ayuda en la búsqueda de empleo, como conoce Enrique Esquivias gracias a la labor del Centro Integral de Empleo Jesús del Gran Poder. El nuevo Consejo no debe estar para repartir entradas del Pregón ni para organizar las sillas, ni para elegir un pintor que haga el cartel. Eso son tareas organizativas útiles para el buen desarrollo de la Semana Santa, pero a un organismo que representa a tantos miles de cofrades a través de sus hermandades se le debe exigir más peso ideológico en una sociedad que se cuestiona cada día más la religión.

Los dos candidatos tienen el reto de cambiar la percepción que hoy día se tiene del Consejo de Cofradías y sobre todo de que sea un organismo adecuado a los tiempos que vivimos, porque mientras las cofradías han ido evolucionando el Consejo ha ido perdiendo peso en la sociedad.