TABLAS coperas es lo que la historia revela de los enfrentamientos entre Las Palmas y Betis. Sólo dos veces maridaron en el bombo y una cayó de cada lado, precisamente cuando estaban en categorías distintas, tal como ahora. En ambas ocasiones, la suerte acompañó al de Primera, por lo que bien podría decirse que los arcanos juegan a favor de este Betis que ya se parece a sí mismo, al club que nunca debió dejar de ser. Y con los ecos de la junta general más normal que recuerdan los tiempos, el Betis de Pepe Mel atraviesa el charco para situarse esta noche en el otro rincón del funcional estadio grancanario.

La Copa se le presenta al Betis singularmente atractiva. Para ello se dan dos circunstancias que lo avalan y es que por un lado está lo sugerente de la parte del cuadro en que la suerte lo situó y por otro, la bonanza liguera que vive. Si en otros muchos momentos no cabían distracciones que pudiesen perturbar la marcha en la competición principal, la que verdaderamente incide en el presente y, sobre todo, en el futuro de cada entidad, ahora no tiene el Real Betis Balompié esa sombra que le distraiga. La Copa es la Copa, el torneo que más satisfacciones dio a los béticos vivos, y Las Palmas no debe ser un obstáculo insalvable para subir un peldaño.

La historia nos trae el recuerdo de aquella noche en que Luis Aragonés ligó póquer de goles frente a los amarillos a principio de los sesenta y también cómo el Betis de García Traid que lideraba la Segunda en la 78-79 caía ante el mejor Las Palmas de la historia. Un Las Palmas entrenado por Miguel Muñoz que ese año iba a jugar la final, su única final, frente al Barça de Cruyff. Son los antecedentes de este duelo que comienza hoy y que terminará en enero. Un duelo que el Betis afronta sin sombras en la sesera, por lo que no cabe pensar que vaya a enfocarlo con una actitud no acorde con lo muy importante que puede ser en un futuro próximo, muy próximo.