La ciudad y los días

carlos / colón

Cortar la infección

EN Madrid un grupo de acémilas neonazis irrumpieron en el centro cultural de la Generalitat, donde tenía lugar un acto con motivo de la Diada, agrediendo a los presentes, tirando la bandera catalana, lanzando un gas irritante y ocasionando desperfectos. Se fueron sin ser identificados ni detenidos. Como la agresión fue grabada se han producido ya detenciones y se espera que se les acuse de algo más que de una gamberrada. Con el fascismo, como con el terrorismo, tolerancia cero.

En Barcelona unas acémilas filoterroristas quemaron una foto del Rey y las banderas de España y de Francia ante unos dos mil manifestantes que gritaban: "¡Muera el Rey!" y "Visca Terra Lliure". Hay que recordar que Terra Lliure fue un grupo terrorista que actuó en Cataluña entre 1978 y 1991, cometió 200 atentados, secuestró y disparó en una pierna al periodista Jiménez Losantos y fue responsable de la muerte de una mujer alcanzada por una bomba puesta en un juzgado. Los asesinos fueron indultados tras la disolución la banda y, como muchos miembros del grupo, ingresaron en ERC.

En España los grupúsculos fascistas son minúsculas colonias de virus sin posibilidad, de momento, de infectar a la sociedad. Terra Lliure desapareció y, aunque quedan nostálgicos, tampoco la infección del independentismo terrorista parece de momento una amenaza. Sin embargo, antes de que la infección se extienda estos brotes deben ser reprimidos con una contundencia y ejemplaridad de las que nuestras leyes carecen. No debe olvidarse que tanto la crisis como la tensión entre Barcelona y Madrid, irresponsablemente inflada por los políticos catalanes, el entreguismo de Zapatero y la pasividad de Rajoy, pueden crear un clima idóneo para la extensión del mal.

Este ya no es el país roto en dos por los extremistas de uno y otro bando. Desde 1979 hasta hoy ha emergido esa tercera España que la extrema derecha y la extrema izquierda hicieron imposible entre 1931 y 1936. La cuestión catalana es una ola que acabará ahogando a quienes, como Artur Mas, surfean sobre ella para su propio beneficio. Y no sólo a él. Las multitudes de la Diada son un claro ejemplo de manipulación emocional de las masas. Pero no pueden ignorarse. Se avecinan tiempos duros que exigirán inteligencia y serenidad para evitar un enfrentamiento de consecuencias inimaginables. Es necesario cortar el paso a los violentos, ya sean españolistas o catalanistas, de derechas o de izquierdas.

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