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Cosas sencillas

El clima de tensión política puede distorsionar algo la cita electoral, pero el votante actuará por criterios locales

Juan Espadas y su sucesor en el Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz.

Juan Espadas y su sucesor en el Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz. / Juan Carlos Muñoz

EL año recién estrenado estará marcado por las citas electorales. Los de mayo en Andalucía serán sólo comicios municipales, en los que el factor personal de la impronta de los candidatos suele pesar como principal factor por lo general, aunque con excepciones como ocurrió en 2011, que como en éste, las locales eran antesala de las legislativas.

El primer semestre de 2023 tendrá, por tanto, para los andaluces un cariz local insoslayable en lo político, pero será difícil –por no escribir imposible– que el tenso clima nacional no contamine el conjunto.

El personalismo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el intento interesado del PP de convertir las elecciones del 28 de mayo en un plebiscito sobre el inquilino de la Moncloa contribuirán a ello.

Nunca un presidente del Ejecutivo del Reino ha cosechado tanto rechazo en tan poco tiempo. Razones no faltan, pero sorprende la rápida cristalización del hartazgo hacia políticas basadas en la mentira, la cesión a los independentistas y el mantenimiento en el poder a toda costa sin importar el precio.

Sin duda, ese contexto puede llegar a distorsionar el debate puramente municipal, pero la gran mayoría de los votantes fijarán su sufragio por criterios locales. De esas cosas sencillas que llevan a estar satisfecho con la gestión en cada ayuntamiento.

En Sevilla, por ejemplo, a cinco meses de las votaciones destacan algunas de esas pequeñas realidades que parece increíble que no se corrijan, ni cuando Juan Espadas era el alcalde, ni en el año cumplido que el bastón de mando lo sujeta Antonio Muñoz (quien por cierto se muestra más solvente que su antecesor, por mucho de que le moleste al líder del socialismo andaluz en sus horas más bajas).

La limpieza (escasa) de la ciudad es una de ellas. En el final del otoño y el inicio del inverno el centro de Sevilla está lleno de hojas que nadie barre nunca, así pasen las semanas. Y eso es signo que el problema de la suciedad no es sólo cosa –que también– del incivismo de propios y foráneos.

Precisamente la prelación que se le da al turista por encima del empadronado llama especialmente la atención. ¿Acaso no se gobierna para los votantes? ¿Espera el alcalde que los aviones de Ryanair le llenen las urnas como llenan las calles? El turista es el rey, salvo si usa el VTC. Porque a ese servicio público y, sobre todo, a quienes lo utilizan en Sevilla, y no sólo son viajeros, se les discrimina día sí y día también. No pueden seguir el mismo itinerario exacto que sí se le permite a un taxi, ni usar una vía de servicio para que baje el usuario, al que se pone en riesgo.

Cosas sencillas que no se entienden y que hacen dudar si no es hora de pedir otra forma de gestionar.

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