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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

Decenio Monteseirín

DIEZ años es el tiempo que lleva este periódico acudiendo diariamente a su cita con los lectores. Diez años es también el que lleva Alfredo Sánchez Monteseirín rigiendo los destinos de Sevilla desde su despacho de la Plaza Nueva, un largo ciclo de la vida de la ciudad no igualado nunca antes por ningún alcalde. En ese periodo ha habido lugar para los aciertos y para los errores. Gobernar una gran urbe es una tarea en la que hay que saber manejar complicados equilibrios y en la que las apuestas equivocadas terminan lastrando la ciudad y su futuro. Apuestas equivocadas ha habido, y podríamos hablar desde la gravedad de hurtar Tablada al crecimiento urbanístico de la ciudad hasta la forma en la que se ha resuelto la reurbanización de la Alfalfa, la Plaza del Pan o el proyecto para la Encarnación. También ha fracasado a la hora de hacer de Sevilla una ciudad más limpia y habitable. Las ordenanzas municipales, simplemente, no se cumplen. Sevilla, durante el mandato del actual alcalde, no ha mejorado su posición entre las ciudades españoles. Al contrario, ofrece una preocupante imagen de decaimiento. Incluso su papel como la gran ciudad del sur de la Península aparece disputado en bastantes aspectos por Málaga. Pero con ser ciertas estas consideraciones, también lo es que bajo el mandato de Sánchez Monteseirín el Ayuntamiento ha protagonizado un impulso de modernización y transformación de la ciudad que llevaba demasiados años ausente. Posiblemente, sus inmediatos predecesores en el sillón de la Alcaldía vistieron mejor el cargo. Pero al finalizar sus mandatos sólo pudieron ofrecer escasos balances de gestión. Ese impulso se traduce en realidades como la puesta en marcha de la primera línea del Metro, la peatonalización y la creación de una amplia red de carriles bici o la política de construcción de viviendas de protección oficial, por citar algunas de las que más repercusiones han tenido en el día a día de la ciudad. Todavía está por ver que el alcalde repita como candidato socialista en las elecciones de dentro de dos años, aunque posibilidades no le faltan. Si finalmente logra vencer las resistencias internas, podrá llegar a la campaña electoral, a pesar de sus errores, con un puñado de realidades que ofrecer.

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