Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Desapego ajeno, errores propios

En jornada para certificar el título, el Sevilla salvó una complicación y el Betis topó con un fantasma familiar

AHORA sí da la impresión de que se ha roto la Liga tras la dimisión del Barça en su zarrapastroso choque con el Villarreal. La jornada ha dejado eso como signo de identidad más reseñable, mientras que se resume como bastante buena para el Sevilla y muy mala para un Betis que retorna a ese puesto en el brocal al que parece abonado para asomarse con mucho peligro al pozo. En Santander volvió a ser muy vulnerable, que lo mismo es maltratado por el árbitro que por los errores infantiles de sus futbolistas. Y es que El Sardinero escenificó una desaplicación más de su gente junto al desapego que le dispensa la clase arbitral.

¿Perdió, entonces, el Betis por culpa del árbitro? Manifiestamente, no; ocurre que un equipo que incluso ha recibido goles con la mano bien pudo adelantarse mediante el penalti que Pérez Lasa no consideró, posiblemente con razón, pero que lo pareció clarísimo en el campo, igual de claro que aquel testarazo que no fue tal, sino mano del delantero que cierta vez holló su portería. Y luego, la roja a Melli, que bien pudo ser naranja, pero difícilmente roja. Cuestiones todas que no deben ser paliativo para la concatenación de errores en futbolistas presuntamente de Primera División y que tanto se empeñan a veces en demostrar todo lo contrario.

Por su parte, el Sevilla sacó con apuros, pero sacó, un pleito que llegaba anímicamente complicado y que más se complicaría con el tempranero gol de Riga y la repetición de los devaneos en el centro de la defensa. Afortunadamente, el árbitro no consideró como tal el penalti a Geijo y la tarde se cerró con placidez, con el susto enquistado en los tuétanos, pero con un triunfo que lo devuelve otra vez a territorio UEFA, un sitio que no debiera abandonar nunca más. Era la fecha vigesimoséptima, la Liga se tiñe de blanco puede que definitivamente, el Sevilla sacó adelante un pleito inquietante y el Betis encontró lo de casi siempre, desapego ajeno y errores propios.

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