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Carlos Colón

Emilio Sáenz en el bar Dueñas

SSi se toman un café, una cerveza o se convidan a lo que ustedes deseen en el hermoso bar Dueñas, situado en ese mejor cahíz de la tierra que para un servidor -dicho sea sin hacer de menos el entorno catedralicio que así bautizó Cervantes- está entre Regina y San Juan de la Palma, verán que a derecha e izquierda del mostrador cuelgan dos grandes carteles fotográficos que tienen mucho que ver con ese trozo de tierra mía: en uno se ve a la Esperanza que cada Viernes Santo la acaricia al pasar camino de calle Feria y, en el otro, a la vecina más antigua del barrio, la Virgen de la Amargura, que vive allí desde 1724.

Sobre la fotografía del cartel de la Esperanza, tomada cuando está en su palio sin candelería, sólo alumbrada por la gloria de su cara, escribí una vez que si se la pone en una pared, la pared late y hay más luz en nuestra casa; y que si se la mira fijamente se oyen ecos de Cebrián, Gámez Laserna y Morales. La fotografía del cartel de la Amargura, que me acompaña desde hace 40 años, la presenta en la dramática magnificencia que le confiere el oro que coronó, sin endulzarla, su tragedia.

Las dos fotografías son de Emilio Sáenz. La de la Esperanza es una obra de madurez, realizada para un cartel de la Caja de Ahorros San Fernando. La de la Amargura (que durante muchísimos años presidió el bar Arsenio en la esquina de San Eloy y Bailén, junto a la Gráficas del Sur de los Sáenz cuyo recuerdo vive para siempre en los espléndidos cuadros de imprenta de Joaquín y cuyo presente se llama Impresiones del Sur) es obra de juventud: el cartel fue tirado en los años 60 para probar unas nuevas y modernas máquinas de la imprenta familiar.

Si se pasan por el bar Dueñas estos dos carteles fotográficos le darán idea, si aún no lo saben, de quién es Emilio Sáenz: además de uno de los maestros de la fotografía sevillana, el mejor fotógrafo de imágenes sagradas junto a los Arenas y Haretón, por citar dos nombres históricos. Tengo para mí que las cumbres de las fotografías de imágenes son el primer plano del Gran Poder de Arenas, el perfil del Calvario de Haretón, la cabeza de Pasión fotografiada por Emilio en su abandonado desplomarse sobre el pecho y el primerísimo plano horizontal que sólo Emilio se ha atrevido a hacerle a la Esperanza.

Pero basta ya. Como cuando nos encontramos con Emilio por las collaciones de la Magdalena o del Museo se me ha ido el tiempo del artículo sin hablarles de lo que hoy nos había convocado aquí: su trabajo para la exposición La ciudad oculta. El universo de las clausuras de Sevilla del Centro Cultural Cajasol. Queda para mañana.

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