LA Plaza de la Encarnación es uno de los espacios de Sevilla sobre los que más se ha hablado y escrito en los últimos años. Es un lugar de la ciudad en el que se ha producido un fenómeno interesante de separación de la opinión y del uso. Mientras que la actuación arquitectónica ha sido y es muy discutida, no es menos cierto que se han generado múltiples usos urbanos nuevos y una fuerte actividad en la plaza y en el entorno.
El diseño, obra del arquitecto Jürgen Mayer, fue escogido en un concurso internacional de ideas, lo que en principio garantizaba limpieza e igualdad de oportunidades de todos los participantes y propuestas. Y al margen de cualquier consideración local es una obra apreciada y reconocida internacionalmente. Es más, se ha convertido en uno de los elementos de referencia en los nuevos atractivos de Sevilla en las revistas especializadas de viajes y turismo, que nos han situado en lugar de privilegio dentro de las ciudades del mundo que hay que visitar. El contraste entre lo viejo y lo nuevo, crea un indudable atractivo y no se puede negar que sus formas han resultado muy fotogénicas, como podemos comprobar en los múltiples reportajes publicados tanto en prensa especializada como en las redes sociales.
La Plaza de la Encarnación y su entorno han formado parte de mi vida. Primero en la infancia y años escolares en los que atravesaba las calles interiores del antiguo Mercado descubriendo un mundo abigarrado de puestos y personajes de la ciudad. Después, en los recorridos de adolescente por la calle Puente y Pellón hasta Regina y San Juan de la Palma, pasando y repasando sus múltiples tiendas, grandes y pequeñas, que componían un universo de mercancías y productos de lo más diverso y variado, hasta exótico. El corazón de la antigua ciudad, del viejo zoco, latía en aquellos escaparates y puestos, desde la Plaza del Pan hasta la Cruz Verde, donde empieza la calle ancha de Feria. Años más tarde he podido contemplar día a día y año a año, la decadencia y abandono del Mercado y cómo iba languideciendo todo el entorno.
Por eso me alegra ver la Plaza de la Encarnación y el barrio que la rodea revitalizarse a ojos vista. No sólo nuevos comercios y terrazas, sino ver que los sevillanos la valoramos como lugar de encuentro para acontecimientos de todo tipo. Manifestaciones, como en el caso de las concentraciones del 15-M, mercadillos, presentaciones y juegos infantiles. Actividades culturales (exposiciones, teatro, conciertos, etcétera) tanto en el Antiquarium como en la plaza alta. Y un Mercado que poco a poco va encontrando su lugar en los nuevos públicos, apoyado por las ofertas gastronómicas de la calle Regina (panes, vinos, conservas, pasta fresca, etcétera) y de la calle José Gestoso (tés y cafés, cervezas artesanas, especias, etcétera). Por no mencionar el mirador superior, de indudable atractivo para propios y extraños. Algunas mañanas tomo un café en las terrazas cerca de la calle Puente y Pellón y contemplo el conjunto de las edificaciones de la Plaza y me encuentro bien en la Encarnación. Como hacía mucho tiempo que no estaba.
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