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Fernando Faces

España y las dos Europas

Si los planes de austeridad no se acompañan de otros de crecimiento e integración bancaria, el abismo entre norte y sur será insalvable · El riesgo país español está 200 puntos básicos por encima de lo que le corresponde

EL Congreso de Diputados aprobó el pasado jueves el mayor recorte presupuestario de toda la democracia, con la mayoría absoluta del PP y el voto en contra de toda la oposición. Sin ninguna opción para elegir y al dictado de Bruselas y los mercados financieros, el ajuste era inevitable, ante el riesgo de cierre de la financiación exterior y el rescate total del país. Un ajuste presupuestario doloroso, con una fuerte subida del IVA a partir del 1 de septiembre y un recorte de casi todas las partidas sociales, entre las que se encontraban el sueldo de los funcionarios y las prestaciones por desempleo. Lo sorprendente es que este descomunal ajuste y sacrificio haya tenido como respuesta el aumento de la prima de riesgo hasta 610 puntos básicos y del coste de financiación de la deuda pública hasta el 7%.

¿Qué esperan los mercados financieros de España, qué más podemos hacer para satisfacer a unos mercados insaciables? No es comprensible que, en la última subasta de deuda pública, España haya tenido que pagar un interés más alto que países rescatados como Portugal o Irlanda. El FMI, en su último informe, considera que España está pagando 200 puntos básicos por encima de lo que le correspondería de acuerdo a los fundamentos reales de su economía. Es más, aunque el ajuste presupuestario aprobado va en la buena dirección, considera que es excesivo en el corto plazo y que puede profundizar la recesión en la que se encuentra el país, abogando por su graduación en un plan de consolidación a más largo plazo. Aplaude la prolongación de un año del calendario de cumplimiento de los objetivos de déficit concedido por Bruselas. No obstante, afirma que España no podrá cumplir esas metas. En su opinión, necesita más tiempo y gradualidad en los ajustes presupuestarios, centrados fundamentalmente en la reducción del gasto público, sin aumento de los impuestos, si no quiere caer en una espiral depresiva.

Para que los ajustes presupuestarios no dañen nuestro crecimiento debieran centrarse en la corrección del déficit estructural, sin obsesionarse por los objetivos nominales, dejando actuar a los estabilizadores automáticos. Sin tener en cuenta el último hachazo presupuestario de Mariano Rajoy, el FMI empeora las previsiones de España para 2013, año en el que el PIB se reducirá en un 0,6%. Las previsiones de otoño empeorarán este escenario económico como consecuencia del reciente ajuste presupuestario.

Las dudas

De cualquiera de las maneras, si España está cumpliendo con sus deberes, de qué dudan los mercados y por qué castigan nuestra prima de riesgo. Dudan de España, de su capacidad para crecer y pagar sus deudas. Dudan de la coherencia de nuestro Gobierno por sus continuas rectificaciones y aparentes improvisaciones, sin un plan integral visible y creíble, sin una hoja de ruta de medidas a adoptar y sin un presupuesto plurianual que las recoja con detalle. Dudan de que la mayoría absoluta, sin consenso con la oposición, sea suficiente para hacer frente al sacrificio y las tensiones sociales que ejercerán los agentes económicos y sociales.

Pero la duda trasciende a España, va más allá. La desconfianza sobre España es también sobre Europa y la irreversibilidad del euro. El espectáculo que están dando los dirigentes europeos, con sus continuas declaraciones contradictorias en torno a los países del sur y la viabilidad del euro, es desconcertante y desesperante. Europa es una torre de Babel, sin liderazgo y sin visión compartida y creíble, tanto de las salidas a la crisis como del proyecto europeo. A título de ejemplo, en esta misma semana, Angela Merkel ha afirmado que la supervivencia del euro no está asegurada, el presidente del Bundesbank, Jens Weidman, aconsejaba a España que solicitara el rescate total y, por si fuera poco, Juergen Stark, ex economista jefe del BCE, aconsejaba que los países del sur abandonaran la unión monetaria, todo un espectáculo de coherencia y visión común del proyecto europeo.

Si a esto añadimos las diferentes visiones sobre el papel que debe jugar el BCE, como prestamista de última instancia de la banca y los Tesoros públicos, según los países del sur, y como garante de la estabilidad financiera y de los precios, según los países del norte, o sobre la dimensión, alcance y operatividad de los fondos de rescate (FEEF y MEDE), así como la desesperante lentitud en la toma de decisiones, podremos comprender la extrema desconfianza de los mercados. Los tiempos políticos y económicos no avanzan al mismo ritmo. El castigo se está centrando en España, como pieza fundamental de gran efecto dominó que podría destruir al euro.

Dos Europas

Para los mercados financieros, las dos Europas, a dos velocidades, es ya un hecho contrastable. Lo evidencian las diferencias de productividad, los superávits y déficits de sus balanzas de pagos, la creciente divergencia de los déficits y superávits presupuestarios, las grandes diferencias en las tasas de paro, los distintos niveles de tipos de interés de la deuda pública a corto plazo, negativos en el caso de Alemania y extraordinariamente altos en los países del sur, la huida de capitales desde el sur hacia el norte, y un euro sobrevalorado que lastra la competitividad de la Europa del sur. El problema es que este distanciamiento y asimetría va en aumento como consecuencia de la Gran Recesión.

Si los planes de austeridad impuestos por Bruselas y Alemania no se acompañan por esfuerzos solidarios para apoyar el crecimiento y avances profundos, con hoja de ruta y calendarios precisos, en la integración bancaria, presupuestaria y económica, las necesarias reformas estructurales no serán suficientes ni llegarán a tiempo para evitar la implosión del euro. Las divergencias serán insalvables. Éste es el verdadero temor y desconfianza de los mercados.

gran reforma pendiente

España, que ha perdido su soberanía financiera, sólo tiene un camino si quiere evitar el rescate total y el cierre definitivo de los mercados financieros: ejecutar con rigor y decisión tanto la consolidación fiscal como las reformas estructurales dentro de un programa integral y un presupuesto plurianual, que sea visible y creíble tanto para los mercados financieros como para los empresarios y ciudadanos, que en estos momentos están sumergidos en la incertidumbre, sin saber cuánto más vamos a caer y cuál es el destino final. El retraso de cuatro años en el diagnóstico y ejecución de las medidas para salir de la crisis ha tenido un alto coste en términos de déficit, costes de financiación, crecimiento y desempleo. La pérdida de soberanía financiera y bancaria es el resultado político de la mala gestión de la crisis. España debe y puede evitar el rescate total. El último ajuste presupuestario se ha centrado excesivamente en el aumento de los impuestos, que frenarán el consumo y el crecimiento, y no tanto en el recorte del gasto público improductivo. Sigue sin abordase la gran reforma, la del Estado, la de la Administración pública central y la autonómica, que es insostenible.

Si no se reduce la estructura de la Administración Pública y al mismo tiempo se hace más eficiente, las tensiones presupuestarias volverán a emerger en los próximos ejercicios, ya que se anuncian como recortes temporales. La gran reforma pendiente está en las autonomías, las diputaciones, los ayuntamientos, las empresas públicas, etc. Es la gran reforma que esperan los mercados financieros y, la clave para recuperar el equilibrio y suficiencia fiscal de una manera permanente y sostenible, así como la competitividad de España. Es la gran reforma que no se acaba de abordar por el alto coste que tiene para la clase política y sus propios intereses.

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