ESTO es un dolor. Aquella eufemística desaceleración que rompió en crisis mucho antes de que los mandarines del momento lo reconociesen sigue haciendo estragos en el alma del españolito de a pie. Ya admite el Gobierno de forma oficial, y fehaciente, que el paro no bajará en lo que queda de legislatura mientras que se continúa asfixiando al personal a base de impuestos. ¿Cuándo los brotes verdes? ¿Para cuándo frenar la creciente subida del desempleo? Quién sabe esto. La realidad, cruda, crudísima, es esto que estamos viendo y viviendo, con familias enteras sin un puesto de trabajo ni un jornal que llevar a casa. Paralelamente, las continuas discusiones entre los distintos partidos hacen que el pobre españolito al que un día le aseguraron que una de las dos Españas iba a helarle el corazón, comprueba consternado que no es sólo una España la heladora, sino las dos, todas las Españas.
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