José / Ignacio Rufino

España va bien (otra vez)

El Gobierno ha modificado 30 leyes diversas con un solo decreto-ley: de lo más bolchevique, bien mirado

AGOSTO es peligroso cual sioux detrás de un matojo: la molicie generalizada y su efecto anestésico lo hace mes candidato a los bocados de realidad más inesperados. Nos han metido en agosto entre loas a las cifras económicas, y saldremos de agosto con algún costurón inesperado: agosto es el mes oficial de la ebriedad sensual, de la desconexión y de la bendita apatía. Por eso, es el mes del trancazo. En agosto, tragar es lo propio: no sólo tinto de verano y combinado premium fresquito, también es un buen momento para hacer tragar a ciudadanos o empleados. En la parte política, en agosto hemos entrado fácilmente con la vaselina de la recuperación propagada por tierra, mar y aire. Uno se niega a participar en los aleluya de quienes saludan el advenimiento del cambio de ciclo y la superación de la crisis. No hace falta ser de un partido u otro para ser críticos con el Gobierno de turno, o sea, el gobierno de otro o de uno. Tres son los grandes logros proclamados en las postrimerías de julio, que es un mes de verdad: el PIB que crece más de lo previsto, el empleo que renace y el dinero de afuera que vuelve.

Una mejora de la Gran Economía, dando unas décimas extra de color a un PIB aún lejos de ser un PIB de verdadera recuperación ni que implique crecimiento creador de empleo digno; un empleo que mejora sus cifras, pero que sólo mejora en el sector que menos necesitamos, el de servicios, y lo hace de una manera precaria -precario, según la RAE: "De poca estabilidad o duración... que no posee los medios o recursos suficientes"-; una inversión exterior que abandonó España hasta entrar en una pre-quiebra de la que nos salvó un crédito exterior -flotador y condena-, y que ahora mejora... estos tres datos, decimos, se esgrimen para convencernos de que vamos superbién. Con todos los respetos para la claque de guardia, lanzar las campanas al vuelo por la "recuperación económica" es un acto de ingenuidad, de fe o de partidismo. ¿Es esto ser antipatriota? Cada uno que se dé cremita en el ánimo como le plazca. Pero no queremos burras ni motos ni biblias, gracias.

Fiarse de los vates del "España va -otra vez- bien" es hacer el caldo gordo al agostazo. Ojalá y no sea cierto en este 2014, pero agosto es para temerle: en agosto se ventiló Felipe González la prestación por desempleo para dejarla en el mínimo-minimórum, por ejemplo. Muchos ejemplos pueden aducirse de agostidad y alevosía, seguro que usted recuerda alguno en su vida laboral.

El pasado 4 de julio el Gobierno -poder Ejecutivo- le preparó un gol al Parlamento -poder Legislativo- en forma de decreto ley, y uno se malicia que con la intención de ser digerido en agosto junto con la paella y el salmorejo. Prácticamente todos los partidos de la oposición han presentado multitud de enmiendas a un decreto que toca, remienda o anula de facto nada más y nada menos que 30 leyes vigentes. Es como aquella ley de Zapatero llamada de Economía Sostenible que volatilizó la crisis. El decretazo total del Gobierno de Rajoy es mucho más ejecutivo y concreto (la cosa va en personalidades): lo mismo regula la promoción de los cuerpos militares que el trabajo temporal o el IRPF, los hidrocarburos, el autoempleo o el negocio aeroportuario. Nos meten de pronto una megaley transversal: doblada. Sin entrar en la pertinencia de esta o aquella regulación, ¿qué necesidad tiene un Gobierno con mayoría absoluta de promulgar una ley que parece de una urgencia bolchevique? ¿Para qué está el Parlamento? El razonamiento es sencillo: con el éter de la economía que va otra vez tan bien, nos cuelan un paquete de medidas diversas, todo ello con la ayuda de agosto. Coma, beba, duerma y, en general, disfrute todo lo que pueda. Dése usted por legislado.

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