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Alberto González Troyano

Experimento en París

PUEDE que se trate de mero fuego de artificio, simple maniobra oportunista de distracción, pero también podría ser una bienintencionada prueba de laboratorio que acabe fructificando, como una forma de dar más voz a la ciudadanía, abriendo nuevos horizontes de participación. De momento, ya se ha pasado de la teoría al experimento, aunque sea todavía un ensayo menor y limitado: el municipio de París el día 5 de octubre ha dedicado cien millones de euros (el 5% del presupuesto de inversiones de la capital) para llevar a cabo los 219 proyectos propuestos y elegidos por los parisinos, que los han votado desde el 16 de septiembre al 2 de octubre. Se ha cumplido así, con una de las "innovaciones" del programa del partido socialista, ganador en las últimas elecciones municipales. Curiosamente, en los colegios y escuelas la implicación ha sido mayor, quizás porque los jóvenes han visto la ocasión de comprobar si era posible pasar de la protesta y de la propuesta utópica a la construcción de algo real, que respondiera a unos deseos que debían ser argumentados, para competir con otras proposiciones de los vecinos. Una iniciativa individual sólo ha cobrado sentido si era explicada y razonada y una colectividad la asumía como propia, la defendía y la votaba. Una buena escuela, pues, de aprendizaje que ha obligado a que la gente salga de sus cubículos mentales y dialogue en las calles si quería convencer a los demás.

Además, para sorpresa de los que piensan que el egoísmo es la clave que sustenta las relaciones sociales en las grandes ciudades, los proyectos ganadores han sido los más inclusivos y solidarios; se han tendido puentes entre los barrios más lejanos y las ayudas a los emigrantes han cobrado un carácter eficiente, nada paternal. Incluso la búsqueda de una mayor convivencia en los espacios públicos ha prevalecido frente a los preocupados sólo por el ornato callejero. Por fortuna, la ciudad escaparate turístico pierde atractivo para sus habitantes.

Desde 1789 las innovaciones sociales francesas han tardado siglos en llegar a España (algunas ni siquiera se han aproximado), pero esta experiencia que no pretende alterar los estamentos sociales, ni subvertir principio ideológico alguno, podría aplicarse en alguna ciudad andaluza, en la que el partido socialista también impera. Y, aunque sea por una vez, experimentaríamos a la par que en París, y, sobre todo, nuestros políticos se verían obligados a salir de sus despachos y a escuchar lo que la gente desea y propone.

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