EL cierre de Canal Nou se ha hecho con los pies. Se había sobredimensionado de tal manera que su viabilidad era imposible, tampoco alcanzaba el nivel de audiencias que merece una medio de comunicación nacido con afán de servicio, y al rechazar los tribunales el ERE al que se había llegado, la Generalitat se veía incapaz de asumir el gasto que suponía mantener una plantilla que era superior en número a la suma de las plantillas de Telecinco más Antena 3.

Dicho eso, Alberto Fabra podía haber hecho las cosas de distinta manera, como por ejemplo llegar a algún tipo de fórmula con los sindicatos para que el cierre se hiciera de forma menos brusca y sin tanto coste profesional, emocional y político.

La respuesta tan drástica de Fabra provocó la dimisión del equipo directivo que él había nombrado y que no respaldó la posición gubernamental, de manera que la televisión quedó durante varias semanas en manos de los profesionales más cercanos al PSPV y a Compromís, que dedicaron las 24 horas de cada día a realizar unos informátivos en los que dejaron por los suelos la imagen del PP valenciano en general y del actual equipio de Fabra en particular, con denuncias sobre presiones informativas durante todos estos años, prohibición de ofrecer determinadas informaciones que perjudicaban a los sucesivos dirigentes de la Generalitat, o nombramientos a dedo de personas sin la necesaria cualificación profesional. Un importante roto al PP valenciano, cuyo único consuelo sería que en estas semanas los ciudadanos de la comunidad valenciana se han podido hacer una idea del tipo de instrumentalización informativa que haría un gobierno de los socialistas con Compromís si el PP no lograra mantenerse en el Gobierno. Porque si Fabra ha cometido un error que le puede costar la carrera, también Compromís y PSPV han cometido un error de bulto al presentar su cara más sectaria e intolerante.

Para el PP es básico mantener los gobiernos regionales de Madrid y Valencia y potenciar su presencia en Andalucía, y parece mentira que ni Rajoy ni Cospedal sean conscientes de que no pueden quedarse cruzados de brazos mientras su partido cae en picado en esas tres comunidades. Pero si en Madrid y Andalucía aún se pueden enderezar las cosas si encuentran buenos candidatos, en Valencia el fiasco Fabra ha sido tan monumental que puede arrastrar a una Rita Barberá que ha hecho milagros en una ciudad que cogió bajo mínimos.

Fabra llegó a la Generalitat de rebote y con escasa experiencia, es cierto, pero ha tenido tiempo para aprender, o al menos para dejarse aconsejar, antes de dar el cerrojazo a Canal Nou de la peor manera posible.

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