CON Italo Calvino y Jorge Luis Borges en la antología de textos seleccionados y con Antonio Rodríguez Almodóvar sentado entre el público de la sala del Apeadero, sólo faltaba Gonzalo Torrente Ballester para completar la nómina de autores que en 1984 participaron en un seminario de Literatura Fantástica organizado por Jacobo, el hijo editor de la duquesa de Alba. Borges y Calvino forman parte de la antología de textos con la que Julio Manuel de la Rosa ha construido una joya titulada El narrador de fantasías. Una edición de lujo con la que Pedro Tabernero ha querido apagar las velas de los ochenta años de Julio Manuel.

La literatura glamurosa e instalada se dirigía la lluviosa noche del viernes al Real Alcázar, donde se fallaba una nueva edición del premio Fernando Lara de Novela. El Espanyol, el equipo de esta familia de editores, fue vapuleado ayer por el eterno rival, pero se ha salvado matemáticamente. Una joven poeta recitaba a pocos pasos de la sala del Apeadero un vehemente alegato contra su profesor de Matemáticas, que la salvó metafísicamente.

Las ilustraciones de El narrador de fantasías son de Nicole Clevelloux, una francesa que vivía en un sexto piso de París sin ascensor hasta que encontró acomodo en una casa de Bretaña. Todo es fantástico, hasta sus circunstancias más materiales, en lo que rodea la forma de concebir la literatura de Julio Manuel de la Rosa.

Dos Pacos presentamos el alarde ciclópeo de Julio Manuel de la Rosa, que como Juan Benet un día cambió su visión del mundo al descubrir a Faulkner, Paco Núñez Roldán y quien suscribe estas líneas. El joven octogenario ha contado para su cumpleaños con dos invitados de postín: Caballero Bonald y Antonio Muñoz Molina, que firman sendos prólogos de los dos primeros números de la colección que Tabernero ha titulado Relatos del desertor del presidio, El narrador de fantasías y Conjeturas sobre la Bicha, una stevensoniana historia de la posguerra andaluza.

Julio Manuel de la Rosa fue cómplice de mi incursión en la literatura fantástica: me presentó y prologó un libro sobre el Aljarafe que escribí recién aterrizado a esta tierra, una pieza casi de ficción en esa comarca idolatrada por romanos y árabes, en la que han pulido sus sueños desde Alfonso Grosso a Kiko Veneno.