La tribuna

Augusto Delkader

Federico García Lorca y el boletín oficial

RECIENTEMENTE hemos sabido que el Gobierno de Mariano Rajoy no había suprimido, dentro del programa de recortes de gastos, la Secretaría de Estado de Cultura. Para sacarnos de nuestro error y suplir nuestra ignorancia ha sido necesaria la declaración del señor Lassalle, titular del departamento ministerial, como Bien de Interés Cultural (BIC) del legado de García Lorca.

Imbuido probablemente por la conmemoración del Cuarto Centenario de Cervantes, hecho -por otra parte- bastante ignorado por los estamentos gubernamentales, dicho funcionario salió para prevenirnos y defendernos de oscuros intereses que amenazaban el patrimonio del poeta granadino. Cumplida tan alta misión también hemos aprendido otras enseñanzas no menores

De esta manera, sabemos con certeza que existe un departamento ministerial, con el segundo más alto rango de los órganos del Ejecutivo, cuya misión consiste en velar por la promoción cultural, conservación del patrimonio y tantas otras altas funciones que adornan las competencias atribuidas al señor Lassalle.

En contra de lo que algunos mal pensados elucubran, los dirigentes encargados de estas áreas del Partido Popular no son señores que al encarar un problema tiran del fondo de armario, cogen y se ciñen los correajes y empiezan a dar órdenes. La declaración de BIC de García Lorca a espaldas de la Fundación y de la familia es un desagradable malentendido que se tratará de subsanar a la mayor brevedad posible. El celo y la clandestinidad empleados por los dirigentes políticos para consumar esta declaración trataba de sentar las bases para acabar con un sainete de mal gusto y excesivamente largo, en el que las administraciones no han logrado un acuerdo mínimo para lograr poner a funcionar dignamente un centro que sirva para el estudio y difusión de la obra del poeta.

La realidad de lo sucedido hasta ahora en los casi quince años del proyecto, admite sin embargo otras interpretaciones.

La falta de entusiasmo oficial para culminar el propósito de la familia y la Fundación de engrandecer el patrimonio universal de Lorca ha sido una constante en estos años, probablemente porque su figura es un punto de inflexión que todavía genera mucha intolerancia. Tratar de arreglar los problemas sobrevenidos en un largo camino recorrido y poner a funcionar una iniciativa cultural se han debido a un número importante de razones y a no pocos comportamientos desleales de los representantes de alguna de las instituciones.

Constituye una falsedad que la familia y la Fundación hayan tratado de vender el legado al extranjero. Probablemente lo que avergüence a las autoridades culturales españolas es que existe una sensibilidad más manifiesta en algunas instituciones públicas y privadas norteamericanas por la figura del poeta y su legado que en algunos estamentos de nuestro país. En ocasiones son difíciles de explicar en algunos foros internacionales las posturas oficiales sobre este asunto y la dejadez y olvido a que se haya sometido.

La iniciativa y la gran mayoría de las gestiones para buscar fondos europeos para la construcción del Centro son obra de la incansable e incomprendida labor de Laura García Lorca, directora y alma de la Fundación, que nunca se embarcó en un proyecto de esta envergadura para buscarse un cargo y un sueldo, como algún maledicente concejal ha ido deslizando por algunos mentideros provincianos.

La reforma unilateral de los estatutos que regulaban el funcionamiento del Centro es la causa que impide a la Fundación trasladar el legado a Granada. Ese golpe de mano desvirtuó el marco jurídico de vigilancia intelectual y el proyecto cultural establecidos en los fines fundacionales, que se habían pactado para el depósito de esta propiedad de la Fundación en este centro público. Los déficits incurridos, el comportamiento fraudulento de un empleado -por cierto nombrado gerente del Consorcio por las administraciones- y todas las circunstancias sobrevenidas son consecuencias de este periodo de interinidad y cuyas dificultades son fácilmente subsanables. En ese propósito -me consta- trabajan la Fundación y la actual consejera de la Junta de Andalucía, Rosa Aguilar. Es una buena oportunidad para el nuevo Ayuntamiento que se constituirá estos días en Granada y al que le será fácil entender que no se trata de apropiarse de un edificio y mezclar en él a Lorca, los conciertos de la banda municipal y otros loables espectáculos y actividades culturales municipales. El centro debería ser un lugar de estudio, promoción y difusión internacional de la figura y obra de Federico, de los valores que representó para que no se vuelvan a repetir los horrores que acabaron con su vida y truncaron prematuramente su obra.

En Andalucía se han realizado operaciones culturales más complejas y se han aunado voluntades más dispares, como la que el presidente Manuel Chaves consiguió en Málaga con el Museo Picasso.

Por tanto bienvenida sea la declaración de BIC realizada por el señor Lassalle, pero para poner en marcha, en valor y en uso universal el legado de García Lorca, su figura y su obra, hacen más falta otras cosas que golpes de Boletín Oficial.

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