INSISTO en el efecto paliativo que la Feria de Sevilla pone ante la palpitante actualidad, que diría un clásico. Cuando la Liga está a punto de resolverse con un final imprevisible a estas alturas de la semana, en la Feria se habla de otras cosas. Ni siquiera el desgraciado final del talentoso Yago Lamela ocupa lugar en la particularísima actualidad nuestra, esa que va de la tertulia en la caseta a la letra impresa del periódico y viceversa.

Cuestión principalísima en la acera blanca es que el escudo de la entidad vuelve a la camiseta para que esté presente en el acontecimiento del miércoles en Turín. Aquella boutade de siglas entrelazadas da paso a lo de siempre con permiso de una UEFA que no suele ser tan dadivosa. El Sevilla comparecerá en la capital del Piamonte vestido como es debido y tal especie ha tenido una feliz acogida siendo tema de conversación al calor del rebujito, la manzanilla y demás.

Y de estas historias de vino y rosas que polarizan la actualidad del Sevilla, a la triste realidad del Betis y sus circunstancias. Mientras todo el Betis oficial anda escondido y no aparece por la Feria, los aspirantes a asirlo se pasean por el real exhibiéndose. Una tropa en la que abundan imputados anuncia su desembarco, pero ahí hay tomate. Por un lado Lopera filtra que ya mismo pondrá "orden en el caos" y por otro está ese Luis Oliver dejándose ver con Mario Conde.

"Dejen paso al presidente del Betis", cacareaba un banderillero de Oliver en plena bulla de caseta. Y aquí el tomate. Haciendo abstracción de que el concurso sea calificado culposo y que toda la tropa sea inhabilitada, ¿quién es el dueño de las acciones, Oliver o Lopera? Y en el corazón de la milonga, el papelito de Manolo Castaño sin saberse qué camiseta viste, si la de uno o la del otro. Y así como la Feria continúa, el astracanesco sainete parabético sigue, sigue y sigue.