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Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Galbraith chico

EN una de las últimas ediciones de los Nobel, se dio el caso de que dos premiados en Economía habían desarrollado teorías y modelos perfectamente contrarios sobre el mismo asunto. Este tipo de contradicciones mueven a propios -economistas- y extraños no ya a dudar del valor de sus recomendaciones políticas, sino a rechazarlas de plano y, de paso, a creer que el corpus económico vigente es muy poco fiable, y sus figuras de referencia unos vendedores de crecepelo del Mississippi. Desmarcado de las vacas sagradas, James K. Galbraith, hijo del afamado John K. Galbraith, afirma cosas como que "las figuras contemporáneas dominantes en la economía se han reunido para formar una especie de politburó del pensamiento económicamente correcto. Por regla general, esto les ha llevado a equivocarse sobre todos los problemas políticos importantes durante décadas". Como se deduce de sus palabras, él no se siente un economista "de la casta", según la expresión de moda en España, y así lo atestigua su línea de trabajo más notable: la inequality, la desigualdad, considerada no tanto como asunto ético sino como enfermedad degenerativa de los sistemas económicos. En unos tiempos en los que no pocos expertos han descubierto de forma tardía algo que nunca antes habían tratado como esencial para la seguridad social, Galbraith júnior tiene estos deberes hechos desde los años 90. El moderno capitalismo dista mucho de mostrar una buena competencia. En su lugar, según él, la depredación es el rasgo dominante (The predator state, 2008) por parte de unos archimillonarios que caben en un armario y que "se han dado un festín con los sistemas construidos por la clase media", secuestrando al poder político, que sirve a sus señores en la sombra (estas afirmaciones no has sido tomadas de una asamblea de Podemos, sino que son de este profesor de la Universidad de Texas que ha estudiado en Harvard, Yale y Cambridge, y ha sido director del Comité de Asuntos Económicos del Congreso de EEUU). Ahora, Galbraith, junto con Yanis Varoufakis y Stuart Holland, intentan que Europa no sucumba por la enfermedad de otra desigualdad cuyas hemorragias son de momento medio taponadas por el euro, e insisten con su Modesta proposición para resolver la crisis de la Eurozona (2013), una Europa en la que hay ya distintas castas nacionales, que se distribuyen entre norte y sur. Al final, siempre, la crisis es social. Y hay propuestas que no son ni ortodoxia dominante ni un kit de hermosas utopías de corte populista: hay vida intermedia.

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