La ciudad y los días

Carlos Colón

Gracias a él

GRACIAS a él Lola puede vestir antifaz y túnica de terciopelo verde, pisar puente y estar en la Junta de Gobierno de su hermandad de las Tres caídas y la Esperanza. Gracias a él Rocío puede asir manigueta vistiendo el blanco inmaculado de San Juan de la Palma que tantos años vio vestir a su tío, sus hermanos y sus sobrinos. Gracias a él Macarena puede acompañar a la Virgen cuyo nombre lleva por la devoción que su madre, también ahora nazarena de terciopelo y merino, le tiene a la quita toda pena y cura toda herida. Gracias a él Mar puede vestir cada Madrugada la túnica con la que su padre no quiso ser enterrado, porque sabía que algún día la llevaría su hija ante la Virgen de la Presentación. Gracias él Pilar pudo vestir aquí su túnica blanca de la Amargura antes de vestir en el cielo, tan pronto según el tiempo de los hombres, la túnica blanqueada en la sangre del Cordero que visten los inmortales. Gracias a él María José y Carmen pudieron vestir la túnica de ruán y calzar las alpargatas que antes habían vestido y calzado todos los hombres de su familia, desde los refundadores de la hermandad, para acompañar a su Cristo del Calvario. Porque gracias al hábil exhorto pastoral de 2001 de monseñor Carlos Amigo Vallejo las mujeres han logrado tener en las hermandades los mismos derechos que los hombres. Y ha de recordarse que la cosa no se limitaba a la pertenencia a las juntas de gobierno o a salir de nazarenas: hasta la protestación de fe en la Función Principal de Instituto les estaba vedada.

He mencionado nombres y casos que conozco. Ponga cada cual los suyos. Y convengan conmigo en que al cardenal Amigo Vallejo hay que agradecerle la total integración de las mujeres en las hermandades y cofradías que ha hecho justicia a muchas hermanas que, por culpa de una interpretación errónea de la tradición, vivían en sus hermandades una situación superada socialmente hace muchos años; pese a que en muchos casos trabajaran en y por ellas tanto como el más esforzado de los capillitas.

Si la Semana Santa fuera sólo tradición cultural podría suspenderse durante el tiempo que dura la fiesta, como tantas veces ocurre, la normalidad cotidiana para jugar a asumir roles antiguos. Pero la Semana Santa es más que eso, mucho más; vestirse de nazareno no es, o no debería ser, disfrazarse; y hacer la estación de penitencia no es, o no debería ser, repetir una costumbre privada de contenido religioso. Si alguien ha hecho algo por ayudar a que las hermandades no sean lo que algunos creen que son o quieren que sean -una antigualla o sólo cultura-, ha sido Carlos Amigo Vallejo.

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