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Tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

El Gran Capitán de la arboleda sevillana

El árbol más alto de la urbe es probablemente un eucalipto rojo del Paseo Catalina de Ribera

La ciudad hispalense presenta una sugerente cobertura arbórea con gran diversidad de especies mayormente alóctonas, es decir, traídas desde otros países o continentes. Varios ejemplares de amplio porte sobresalen ante el resto y dibujan trazos reconocibles sobre los evocadores aires de la capital del Guadalquivir. Así, el altivo eucalipto rojo australiano (Eucalyptus camaldulensis) -importado en principio sobre 1911 por el paisajista Jean C. N. Forestier para el naciente Parque de María Luisa- comparte con las palmeras washingtonias americanas, las palmeras datileras mediterráneas y las araucarias sudamericanas y australianas el honor de otear desde sus elevados tronos la eterna Híspalis que se extiende a sus pies. El eucalipto rojo es una de las especies más hermosas de las que contiene el género por su grandiosa figura y las tonalidades encarnadas en su tronco, visibles tras las placas de corteza desprendidas. Eucalyptus significa en su raíz griega "bien cubierto", en alusión a las caperuzas de los botones florales que, al destaparse, despliegan sorprendentes conjuntos plumosos de estambres que contrastan con el verde azulado de sus hojas lanceoladas; el epíteto camaldulensis deriva del jardín Hortus camaldulensis de Nápoles, fundado por Giordano Camaldoli en el siglo XIX y donde la especie fue descrita por primera vez. Manteniéndose firme ante los embates de la naturaleza y del hombre, su privilegiada posición le permite disfrutar de los rotundos blancos floridos de naranjos, catalpas y robinias, de los amarillos de tipuanas y sóforas, de los cándidos rosas de árboles del amor y lilas de Indias, de los azules malváceos de melias y jacarandas o de los multicolores árboles orquídeas.

El honor de ser el árbol más alto de la urbe corresponde muy probablemente a un eucalipto rojo plantado alrededor de 1930 en el Paseo Catalina de Ribera (antiguo Paseo del Pino o de los Lutos), el cual se yergue mayestático cerca de la calle central alcanzando los cincuenta y cinco metros de altura y un perímetro medio de más de cinco. Conocido como el Gran Capitán, ha sido incluido con ese sobrenombre en el catálogo municipal de árboles singulares. La belleza natural, la resistencia ante la incomprensión humana, su aromática sombra, el generoso cobijo que otorgan a multitud de seres vivos y el apego histórico a la ciudad de estos eucaliptos monumentales, entre los que destaca el Gran Capitán, los convierten en verdaderas catedrales vivientes que han de ser preservadas y veneradas. Algunos de ellos me transportan a aquellos inolvidables días infantiles cuando jugaba alegremente en parques cercanos como el Paseo Catalina de Ribera y Jardines de Murillo bajo los límpidos cielos de Sevilla...

"Por la cima del árbol iré/ y te buscaré./ Por la cima del árbol he de ir,/ por la cima del árbol has de venir,/ por la cima del árbol verde/ donde nada y todo se pierde./ Por la cima del árbol iré/ y te encontraré" (Viento de Amor, Juan Ramón Jiménez).

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