La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El Gran Poder

Es palabra de Dios esculpida. Y la palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, penetra hasta partir el alma

Sal, Señor. Navega sobre el mar de encrespada muchedumbre, como Rafael Laffón te veía, rumbo a los Tres Barrios. Coge nuestras cabezas con tus manos fuertes y rudas de carpintero y vuélvelas, fuérzalas, obligándonos a mirar allí. No para descubrirnos nada que no conozcamos; porque conocemos, pero no queremos conocer. No para enseñarnos nada; porque sabemos, pero no queremos saber. Vuelve, Señor, nuestras cabezas para que seas tú, no las noticias, ni los sucesos, ni otros medios humanos, quien denuncie lo que se vive y se desvive, se trabaja y se lucha, se sufre y se hace sufrir en estos barrios -no por igual en todos, que la pobreza y la marginación no han engullido aún toda esperanza- y también, no se olvide, en otros de Sevilla. Porque si eres tú, Señor del Gran Poder, quien fuerza a ver y a saber, es imposible ignorarlo sin traicionarte y sin traicionarnos, es imposible que a este ver y este saber no siga un actuar, que todo se olvide cuando pasen estas tres semanas de multitudes y emociones, y las aguas desbordadas vuelvan a su cauce.

Ved su imagen poderosa gritando las bienaventuranzas por las calles de Sevilla. Vedlo cuando cruce la Ronda del Tamarguillo y enfile Federico Mayo Gayarre, Cruz del sur, Navío Argos, Galaxia y Alondra hasta llegar a la parroquia de la Blanca Paloma, clamando: "¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?". Contemplad con cuanta ternura mira a quienes viven y trabajan allí desde hace años -tres parroquias, una veintena de entidades sociales- para sacarlos a flote y que no se hundan más. O del todo.

Cuanta mayor verdad de Dios se revela en la imagen del Gran Poder, más comprometido queda quien la contempla. Que este Señor es tan dulce como duro, tan misericordioso como justo, tan manso como exigente. Tras verlo solo se puede ser mejor o peor de lo que antes se era. No cabe tibieza. Es el Dios "misericordioso y clemente, tardo a la cólera y lleno de amor", el Señor que no fue enviado al mundo para juzgarlo, sino para que se salve por él. Pero también el que dijo: "no todo el que me diga Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos... ¡Apartaos de mí todos vosotros, hacedores de injusticia!". Cuidado con el Gran Poder. Porque es palabra de Dios esculpida. Y la palabra de Dios -escribió San Pablo- es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma.

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