Francisco Javier Guerrero, el director general de Trabajo que estuvo en el centro de la trama que repartió con criterios discrecionales las ayudas de los ERE, es el prototipo de lo peor que ha dado la política durante la larga permanencia del PSOE en el poder en Andalucía. Lo ha vuelto a demostrar durante su comparecencia en el juicio que se celebra en los juzgados del Prado, diciendo y desdiciéndose de lo que le convenía en cada momento. Quizás no hubo un fondo de reptiles, como dice ahora Guerrero, pero pase lo que pase durante la vista quedará claro -porque lo está ya- que en la Consejería de Empleo se creó un núcleo que manejó el dinero público como le dio la gana.
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